MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

DIRECCIÓN: Omar Naim
TÍTULO ORIGINAL: The Final Cut (2004)
PAÍS: Estados Unidos, Canadá, Alemania
GUION: Omar Naim
FOTOGRAFÍA: Tak Fujimoto
MÚSICA: Robert Elhai, Brian Tyler
DURACIÓN: 95 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Más allá de la muerte no es una película que debiera sorprendernos, pero en esencia lo hace, gracias a que detrás de la trama se esconde una suerte de debate moral en el que vale la pena dejarse llevar.

El filme se desarrolla en un mundo no muy distinto del actual en el que la tecnología permite registrar todos los momentos de la vida de un individuo, mediante el implante de un microchip. Sin embargo, éste sólo puede ser removido a la muerte del portador, tras lo cual las imágenes registradas pueden editarse hasta formar una luminosa cinta cinematográfica que es puesta en manos de la familia del fallecido. Robin Williams, en el papel de Alan Hackman, es el encargado de remover, editar y cortar esos recuerdos.

Anteriormente, películas como Abre los ojos, de Alejandro Amenábar, y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, de Michel Gondry, se habían ocupado, en diferentes tonos, de ese "dilema" que supone poner en manos de la ciencia la posibilidad de manipular los recuerdos y borrar de un plumazo momentos y personas, como si éstas jamás hubiesen existido.

En The final cut, Omar Naim lleva la historia un poco más allá, al terreno de aquellos en quienes se deposita el poder de entrar en la mente de los otros para seleccionar sus recuerdos.

En principio, la idea no se nos presenta como un hecho espantoso en sí; el verdadero cuestionamiento llega cuando se pone ante el editor -y ante nosotros como observadores- la vida de criminales o de paidófilos para que se haga una hagiografía de ellos.

El gran poder que el individuo adquiere al conocer los detalles de sus "clientes" tiene forzosamente una cara pérfida. El director hace de su personaje un "devorador de pecados" -concepto explotado en una película del mismo nombre-, pero la comparación no es gratuita. Alan Hackman es justamente como aquellos parias de la vieja tradición del medioevo que por unas monedas comían pan y sal del cuerpo de los difuntos, absorbiendo al mismo tiempo sus pecados y haciendo que éstos terminaran en su propia alma.

Los mercaderes de recuerdos tienen, pues, su código ético. Un buen trabajo exige omitir detalles de valor incalculable y un editor que sepa esconder con la mayor discreción las cosas que encuentra. Los controles no pueden evitar, sin embargo, las fisuras.

Si bien el guion utiliza a grupos de activistas que cuestionan la novedosa práctica de "venta de memorias", desde un dudoso enfoque religioso, Más allá de la muerte es una hábil reflexión sobre el derecho a la privacidad; el trasfondo eminentemente moral que existe en la posibilidad de hurgar en los aspectos más íntimos de las personas para hacerlos públicos y, a su vez, el dilema que significa encubrir las peores canalladas.

 
 
 
 
       

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