Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Culposamente debo admitir que hace dos años cuando vi Más barato por docena, el producto me pareció bastante entretenido, esencialmente porque si bien las situaciones podían ser de lo más gastadas, el resultado en pantalla era tan bueno como el que llegan a alcanzar algunas comedias de situación de la tv estadounidense.
A dos minutos de terminar el 2005, distribuidores y exhibidores decidieron poner en cartelera la segunda parte de la historia con un saldo francamente desastroso; la secuela simplemente no da para más, debido principalmente a que su humor resulta tan repetitivo como simplón.
Más barato por docena 2 carece de cualquiera de las virtudes de la primera parte, entre las cuales estaba la habilidad para hacer brillar a cada uno de los actores de una familia de 14 personas y además hacer un hueco a actores como Ashton Kutcher para hacer una parodia de sí mismo. En este nuevo intento nadie destaca, porque además de predecible, la mayor complejidad del guion radica en enfrentar a este numeroso grupo con otro igual de grande.
De acuerdo con la trama, Tom Baker (Steve Martin) y su mujer Kate (Bonnie Hunt), tratan de pasar sus últimas vacaciones como familia antes de que sus hijos mayores tomen su propio rumbo, de modo que deciden visitar el lago en que solían pasar sus veranos, años atrás. Por desgracia para Tom, su viejo rival, Jimmy Murtaugh (Eugene Levy), se encuentra también en el lugar, acompañado de toda su familia, listo para revivir su rivalidad.
Como puede anticiparse, Steve Martin se pasa la mitad del tiempo haciendo el ridículo en el agua, jugando el papel de víctima de Levy (cuyo humor tipo American Pie no termina de hacerme ni tantita gracia), mientras el resto del cuadro de actores se desdibuja, volviendo completamente innecesaria la presencia en el filme de Carmen Electra, quien ni siquiera llega a lucir particularmente hermosa, o de Hilary Duff, a quien ya se le pueden admirar sus hermosas cirugías en la cara y quien se pasa sentada más de tres cuartas partes de la cinta.
Por otro lado, el elemento de comedia familiar que en la primera parte estaba en la problemática de dos padres para conciliar sus profesiones con el cuidado eficiente de un grupo de niños y adolescentes, desaparece totalmente, ahogada por la estridencia del humor de resbalón y pastelazo.
La irreverencia de los niños Baker, que fue un factor esencial para el éxito de la cinta de 2003, no es ni mínimamente explotada, a no ser porque el director Adam Shankman los pone en un par de situaciones muy similares a las de la primera versión, pero sin los resultados de aquella. Ni qué decir de Bonnie Hunt y Tom Welling, que están sumamente desperdiciados.
Vaya, pues, ni siquiera los bloopers que aparecen antes de los créditos se acercan a los anteriores. Más barato por docena 2 es tan innecesaria como las secuelas de Ocean's eleven o La familia de mi novia; no es más divertida ni está mejor hecha, no aporta nada y uno se la pasa haciendo comparaciones.
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