MEDIANOCHE EN PARÍS

DIRECCIÓN: Woody Allen
TÍTULO ORIGINAL: Midnight in Paris (2011)
PAÍS: España, Estados Unidos, Francia
GUION: Woody Allen
FOTOGRAFÍA: Darius Khondji
MÚSICA: Piezas de Offenbach Glenn Miller y Cole Porter, entre otros
DURACIÓN: 94 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Gil (Owen Wilson) es un guionista de Hollywood que viaja a París con su prometida, Inez (Rachel McAdams), sólo para descubrir que la ciudad podría ser el mejor lugar para vivir permanentemente y escribir su novela. Una noche, mientras camina perdido y un poco borracho, es invitado a subir a un automóvil antiguo en el que sus ocupantes lo llevan a un barrio en el que se reúnen Zelda y Scott Fitzgerald, Hemingway, Salvador Dalí, Picasso, Luis Buñuel o Gertrude Stein.

En esta premisa fantástica, Gil escapa cada noche a la Francia de los años veinte, convencido de que es un bendecido de poder estar, al menos unas horas, en ese lugar y en ese momento de la historia, donde puede enamorarse de una chica encantadora, inteligente y ambiciosa (Marion Cotillard) que a su vez mira la Belle Époque con la misma nostalgia y la convicción de que aquélla fue una época dorada.

El filme de Woody Allen no sólo ajusta cuentas con la fauna de cretinos arrogantes y pretenciosos que aparece en todas partes en forma de expertos en historia, arquitectura, arte, comida y vinos, incapaces de sorprenderse de nada porque lo saben todo. Medianoche en París trae consigo también una valiosa e inteligente reflexión sobre lo maravilloso de la añoranza por los tiempos grandiosos que se fueron, pero lo inútil de pensar en ellos como algo mejor o más puro que el presente.

Justo ahí se inserta una escena ingeniosa en la que Zelda Fitzgerald, a punto del suicidio, recibe un Valium del protagonista, quien le explica que es "la píldora del futuro". Allen entiende su época como un tiempo de seres extraviados, insatisfechos, neurotizados de una manera que los ansiolíticos se vuelven la forma más práctica de manejar la vida.

Es cierto que los numerosos artistas que aparecen representados en el filme están dibujados de manera muy superficial (todos son estereotipos de sí mismos), pero hay un espíritu lúdico que impide que aquello se vuelva un pretencioso desfile de las influencias del "director" (el momento en el que Gil le da a Buñuel la idea para filmar El ángel exterminador es simplemente maravillosa).

A diferencia de La Rosa Púpura del Cairo que era una fábula triste sobre una mujer que, como Gil, escapaba a un lugar en el que su presente mejoraba, Medianoche en París mira al futuro con el optimismo de un final que anuncia buena ventura.

 
 
 
 
  

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