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MEJOR, IMPOSIBLE

DIRECCIÓN: James L. Brooks
TÍTULO ORIGINAL: As Good as it Gets (1997)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Mark Andrus, James L. Brooks
FOTOGRAFIA: John Bailey
MÚSICA: Hans Zimmer
DURACIÓN: 139 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Más allá de los premios Oscar que consiguió en 1997 en las categorías de mejor actor y mejor actriz protagónicos, la película de James L. Brooks es uno de los trabajos más importantes de un año en que los ingresos en taquilla, el despliegue de recursos y 11 estatuillas no lograron hacer de Titanic un filme que unificara a la crítica ni al público.

Conocida apenas por su trabajo en la serie de comedia Mad about you, al lado del actor Paul Reiser —pese a tener una decena de películas detrás—, Mejor, imposible colocó a Helen Hunt como una de las actrices más sobresalientes del cine estadounidense. Si bien, tanto Hunt como el inefable Jack Nicholson lucen con méritos propios, ambos ponen de relieve el trabajo de Mark Andrus como un guionista talentoso, constantemente en el límite de lo políticamente incorrecto y del discurso meloso, logrando un equilibrio y una combinación envidiables entre ambos. Así, justo en el momento en que el relato parece tornarse solemne, la falta de tacto y la insolencia de su protagonista recomponen el rumbo.

Nicholson encarna a Melvin Udall un maniático compulsivo que no sólo abomina el contacto físico y lleva cubiertos desechables al restaurante en el que desayuna cada mañana, sino que se enorgullece de su homofobia y racismo. Udall es el autor de 61 novelas románticas (todas exitosas), pese a su inexistente contacto ya no digamos con el amor, sino con personajes de carne y hueso que en teoría protagonizan historias como las que pretende retratar en sus trabajos. De hecho, su “profundo conocimiento” de las mujeres en sus ficciones literarias está dada por dos premisas: “Pienso en un hombre; luego lo despojo de la razón y de todo sentido de responsabilidad”.

No obstante, una de las pocas certezas en su vida está dada por la presencia de Carol Conney (interpretada por Hunt), su eterna camarera y quizá la única persona que es capaz de soportarlo. Es a través de Carol que el escritor se pone en contacto con problemas reales y se ve obligado a ceder, a tolerar, e incluso a dar. Sin proponérselo, casi circunstancialmente, Melvin cambia las vidas de Carol y de su propio vecino, un sensible artista homosexual, extraordinariamente puesto por Greg Kinnear, al que el corrosivo Nicholson detesta, pese a ser dueño del único ser vivo que no le repulsa: un pekinés maniático llamado Verdell.

La película es consistente en su tono de inicio a fin, pero despuntan los momentos en pantalla de Jack Nicholson, quien logra una actuación sumamente convincente cuando, en un esfuerzo por librar sus limitaciones, su falta de tacto y su agresividad, parece poner todo su empeño en ser un tipo agradable, aunque fracase una y otra vez.

Otra vez, el valor de una comedia de este tamaño, es su cierre formidable: una secuencia que tiene su desenlace en una calle enladrillada, por la madrugada, camino de una panadería de barrio, a la que le precede el diálogo entre la camarera y el escritor, las visiones de dos personas sobre una relación que parece destinada al fracaso y uno de los momentos más entrañables que puedan describirse.

 
 
 
       

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