EL MENSAJERO

DIRECCIÓN: Oren Moverman
TÍTULO ORIGINAL: The Messenger (2008)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Oren Moverman, Alessandro Camon
FOTOGRAFÍA: Bobby Bukowski
MÚSICA: Nathan Larson
DURACIÓN: 113 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Hay historias que se inician al final de una guerra, soldados a los que les resulta imposible reincorporarse a la vida, volver al seno de comunidades y familias para las que se han vuelto extraños. Casi siempre hay una catársis, una gran explosión que muestra con mayor o menor crudeza los efectos duraderos de la guerra en los combatientes y el trato indigno con el que se les retribuye su servicio al país.

En El mensajero, el debutante israelí Oren Moverman hace un poco más que tomar a ese personaje perturbado y prototípico. Su protagonista, el sargento Will Montgomery (Ben Foster), es otro más de los soldados obligados a volver a Estados Unidos después de ser herido en Irak, pero dado que aún le quedan tres meses de servicio por cumplir es incorporado como parte de los militares encargados de notificar bajas a las familias.

Anticlimática, o al menos carente de momentos que representen un real punto de quiebre en el relato, la cinta muestra a este soldado de tropa tratando de reconectarse con su propia humanidad, mientras desarrolla una ingrata labor en la que su superior, el capitán Tony Stone (Woody Harrelson), mantiene un estricto código: evitar el contacto físico, reprimirse de abrazar a los deudos o fraternizar con ellos.

Moverman prestó servicio en el ejército israelí y puede decirse que conoce la guerra lo suficiente para mostrar dos o tres aspectos crudos de ella. Sin embargo, el realizador no le permite a sus personajes volver allá, sino que cámara al hombro los sigue a seis hogares donde cumplen con el requisito burocrático de avisar a las familias que sus hijos o esposos murieron en combate, sin perder el impacto emocional que ofrecería la escena de una muerte.

Los personajes interpretados por Foster y Harrelson crecen y adquieren profundidad gracias a los minutos que el director los deja solos frente a la cámara, en secuencias intimistas y genuinamente conmovedoras, sin vías fáciles para mover el sentimiento, sin redenciones ni finales felices que podamos ver. No hay lecciones, no hay un discurso político poderoso, pero hay un tono muy honesto en lo que Moverman se propone contar.

 
 
 
 
       

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