LOS MISERABLES

DIRECCIÓN: Tom Hooper
TÍTULO ORIGINAL: Les Misérables (2012)
PAÍS: Estados Unidos, Reino Unido
GUION: William Nicholson, Alain Boublil, Claude-Michel Schönberg, Herbert Kretzmer
FOTOGRAFIA: Danny Cohen
MÚSICA: Claude-Michel Schönberg, Alain Boublil
DURACIÓN: 158 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Recargada en su lenguaje (ajeno de tan anacrónico) y un metraje mastodóntico que encuentra verdadera emoción en dos o tres momentos a cargo de Anne Hathaway y Samantha Barks, Los miserables es un filme de gran producción, basado en una pieza de teatro musical, a su vez basada en una novela de Víctor Hugo, y terreno vedado para quien de entrada no disfrute del género de las pasiones humanas traducidas en musica sin pausa.

En términos generales, la historia sigue el texto original en el que el Jean Valjean (Hugh Jackman), un exconvicto, recibe la oportunidad de convertirse en un hombre de bien, no obstante la inquina en su contra por parte del Inspector Javert (Russell Crowe), quien está decidido a convertirse en su vigilante perpetuo y a llevarlo de nuevo a prisión apenas cometa un error o viole su libertad condicional.

Valjean toma a su cargo el cuidado de una pequeña, hija de una obrera enferma llamada Fantine (Hathaway), quien se ha visto obligada a prostituirse para sobrevivir. No obstante cumplir su juramento, cuando Cosette (Amanda Seyfried) se ha vuelto mayor y está lista para casarse, Francia se halla a las puertas de una nueva insurrección que hará todo más difícil.

La obra/película de Tom Hooper se apega a la adaptación teatral; no deja espacio a los silencios. Más que piezas o números musicales hay diálogos cantados que se sienten como impostura de emociones. De ahí que la interpretación de Fantine de “I dreamed a dream” sea el gran momento de la película; cuatro minutos y medio sobrecogedores, junto con algunos otros hallazgos en 158 minutos de pura grandilocuencia.

No tengo punto de referencia para comparar el filme con el espectáculo en vivo, pero el trabajo no puede tacharse de decepcionante, tanto por sus indudables valores de producción como por la gran dignidad con la que el reparto lleva a su fin la empresa. Porque a pesar del limitado registro vocal, por ejemplo de Russell Crowe, su personaje logra ser sobresaliente en medio de pasajes monótonos en los que el musical se limita a "la exaltación anímica de cada segundo vivido".

Por esos esfuerzos individuales es que Los miserables vale la pena. Por los breves momentos robados por Éponine a la pareja de ensueño del cuento o el cambio tonal que le imprimen los Thénardier (Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter) al relato, acaso los únicos compases festivos que se permite este monumental melodrama.

 
 
 
 
  

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