MR. BROOKS

DIRECCIÓN: Bruce A. Evans
TÍTULO ORIGINAL: Mr. Brooks (2007)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Bruce A. Evans, Raynold Gideon
FOTOGRAFÍA: John Lindley
MÚSICA: Ramin Djawadi
DURACIÓN: 120 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

En El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Robert Louis Stevenson iba más allá del descubrimiento de la dualidad del ser humano, capaz de dar y de arrebatar vida. Su breve historia era el retrato de un sector de la respetable sociedad victoriana que para dejar a salvo su personalidad y su reputación pagaban a asesinos para cometer sus crímenes; Harry Jekyll era el único que podía acceder al lujo de aparecer en público con su carga de respetabilidad y un segundo después despojarse del disfraz para liberar su cara brutal.

Aun cuando la novela ha sido la esencia de la cual se han alimentado otras obras, hay trabajos que no dejan de tener enorme mérito por la forma en que exploran el lado oscuro de la mente criminal, no en su versión inescrupulosa y vil, sino en la del hombre de familia, trabajador, bueno y apacible.

Mr. Brooks nos coloca frente a un hombre para quien el acto de asesinar se ha convertido en una compulsión culposa que lo ha llevado a refugiarse en un grupo de Alcohólicos Anónimos que le da la ayuda necesaria que no podría buscar en otro lado para mantenerse "sobrio" durante dos años.

Por la mañana hombre de negocios con una modesta vida familiar, Earl Brooks (Kevin Costner) tiene una peculiar transformación que viene de su desdoblamiento y de la aparición de una suerte de conciencia siniestra llamada Marshall (el siempre inteligente William Hurt) que habla a su oído y que le acompaña siempre, instalado en el asiento trasero del automóvil.

La máscara civilizada de Brooks jamás se viene abajo; es metódico, no se complace en el enfrentamiento de ingenios con los investigadores de sus crímenes y prepara cada movimiento para evitar errores, aunque la falta de práctica lo llevará a cometer una equivocación potencialmente costosa.

Bruce A. Evans y Raynold Gideon tienen, como responsables de la dirección y el guion, una cualidad que permite profundizar en los personajes sin alargar innecesariamente el tiempo de rodaje: hay una notable economía en las escenas de sangre sin negarle al espectador dos o tres descargas de adrenalina, y una dirección de actores a la que puede reprocharse poco.

Las historias paralelas que involucran a la detective Tracy Atwood (Demi Moore) en la investigación, así como el inesperado regreso de la hija de Brooks (Danielle Panabaker) y el no menos inquietante vínculo entre ellos, se reservan también sus sorpresas.

Hemos recuperado a Kevin Costner y, creo, eso es lo más valioso de este filme en el que la nota roja, tan vinculada siempre a la canalla de la sociedad pierde fuerza ante los actos de las clases acomodadas que cuentan con medios para ocultar sus pecados como los gatos sus suciedades. Esta vez no hay mucho que pueda echarse en falta y sí puede decirse que el público no permanecerá imperturbable.

Vale decir que la frase que los distribuidores ha añadido al título de la cinta, "La vida perfecta de un asesino perfecto", sobra, porque además tal enunciado desatiende el intenso conflicto interno del protagonista, a quien en su último diálogo se le escucha pronunciar un "Amén" que intenta cambiar el mundo.

 
 
 
 

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