LA MUERTE DEL INCREÍBLE HULK

DIRECCIÓN: Bill Bixby
TÍTULO ORIGINAL: The death of the Incredible Hulk (1990)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Gerald Di Pego
FOTOGRAFÍA: Chuck Colwell
MÚSICA: Lance Rubin
DURACIÓN: 94 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Doce años después del accidente de laboratorio que lo condenó a sufrir una cruel transformación, cuando se enfurecía o bien cuando experimentaba episodios de dolor intenso, y a dejar atrás toda su vida como científico, David Banner ha logrado conseguir, usando un apellido falso, un trabajo como parte del personal de limpieza de un instituto de ciencias, donde el doctor Ronald Pratt (Phillip Sterling), un importante investigador, trabaja en el campo de la genética.

De manera oculta y violando la seguridad del lugar, Banner corrige varios de los errores en la investigación de Pratt, hasta que es sorprendido por éste una noche en la que se ve obligado a confesar su identidad. Para ambos científicos, el trabajar juntos no sólo constituye una ocasión para llevar adelante, juntos, su investigación sobre las cadenas nucleicas que conforman la vida y la regeneración de tejidos -una probada, quizás de lo que ahora se denomina medicina genómica-, sino para hallar una cura a las metamorfosis del investigador supuestamente desaparecido una década atrás.

Fuera de todo ello, no hay mucho más que ver en lo que fue ideado como el colofón de The Incredible Hulk, la exitosa serie estrenada en 1978 en la cadena NBC. A decir verdad, esta película pensada también para la televisión, no le hace ningún honor a la saga que con su buena carga de ficción estaba hecha de buenos argumentos para su protagonista humano, con pretextos bien ideados para sacar a la criatura encarnada por Lou Ferrigno, siempre perseguida por Jack McGee (Jack Colvin), reportero del tabloide amarillista The National Register.

La muerte del increíble Hulk es una suerte de thriller, sumamente fallido, propio de los años posteriores a la caída del Muro de Berlín, en que las mafias comunistas al servicio de intereses privados vinieron a sustituir al régimen como enemigo visible de Estados Unidos.

La trama es desmedidamente inverosímil para un hombre tan común –fuera de sus dolorosas transformaciones– como lo era el doctor Banner en los capítulos semanales del serial televisivo.

Sicarios comunistas secuestran al doctor Pratt y su esposa en busca de datos e información que nunca quedan claros. Bill Bixby se involucra en la historia con una camaleónica espía (Barbara Tarbuk) que, por más hermosa que resulte, tiene participaciones demasiado ingenuas.

El resultado final resulta deslucido. Uno querría haber dejado más a la imaginación. Bixby, quien no sólo actuó, sino que dirigió y produjo el filme, dio un mal término a 12 años –87 capítulos y tres películas para TV– de sociedad con Lou Ferrigno y su conflictuado doctor Banner.

Más allá de la adaptación libre –y bastante apartada del personaje de Marvel Comics– que se hizo de Hulk, tal como sucedió a la muerte de Christopher Reeve, uno se queda con la nostalgia de las imágenes publicadas el 23 de noviembre de 1993, tras el deceso por cáncer de Bixby, en las que se aprecia al musculoso Hulk parado detrás de su pequeño y bondadoso alter ego, el doctor David Banner.
 

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