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Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
La escena dura apenas unos segundos. Una guerra se detiene por el llanto de un recién nacido y su madre, una joven inmigrante de color, camina entre los soldados, que cesan el fuego para verla pasar, maravillados.
No se trata de un asunto menor. Niños del hombre, la más reciente cinta del director mexicano Alfonso Cuarón, se ubica en el año 2027, un futuro en el que las posiciones racistas y xenófobas como las que hoy día alienta en Francia Jean-Marie Le Pen, presidente del Frente Nacional, han derrotado al mundo civilizado. La televisión justifica la persecución de inmigrantes ilegales (fugis les llaman), los cuerpos policiacos los cazan como perros vagabundos y los ciudadanos caminan indiferentes frente a sus ghettos, mientras los activistas radicales vuelan una sucursal de Starbucks.
La esperanza en el futuro es algo que ya no existe... y con razón. Cuarón presenta un mundo en el que todas las utopías han sido derrotadas; la violencia y la miseria son el pan diario y la posibilidad de renovación está cancelada. Basada en una historia de la escritora británica Phyllis Dorothy James, la cinta refiere que para 2007 habrían pasado más de 18 años desde que el último niño nació en la Tierra, luego de que una extraña epidemia ha ocasionado la infertilidad en todas y cada una de las mujeres en el planeta.
De acuerdo con el realizador, en su trabajo con el también fotógrafo mexicano Emmanuel Lubezki, la cinta se filmó bajo el principio básico de no inventar nada y no rodar cuadro alguno donde no se hablara de la situación actual. Así, mientras las calles de Londres aparecen rinuosas y desoladas ante nuestros ojos, la monarquía sigue sentada en sus palacios; mientras el humano más joven alcanza casi los 19 años, los perros y los gatos siguen ocupando su lugar como parte de las familias; mientras la imaginación ha dejado de aspirar al poder, un hombre casi anciano escucha "Ruby Tuesday" de Mick Jagger y Keith Richards; mientras la eutanasia viene en tabletas a la venta en las farmacias, la mariguana sigue siendo ilegal...
En ese futuro, Theo (Clive Owen), un antiguo activista que ha abandonado sus sueños de cambio social, es secuestrado por su ex esposa, Julian (Julianne Moore), integrante y líder de un grupo radical, quien le pide ayuda para sacar del país a una chica de raza negra (Claire-Hope Ashitey), la cual lleva consigo un secreto capaz de cambiar la historia.
Niños del hombre es una historia sobre el futuro, pero no es ciencia ficción. Cuando mucho, es una sencilla proyección de los hechos actuales, sin juicios morales ni pensamientos positivos subyacentes; es simplemente el agotamiento de un modelo, nadie tiene la culpa o todos tienen la culpa, da igual.
Es por eso que la sola escena de una indeseable fugi con un bebé en brazos, caminando en medio de la ruina y del fuego, vale toda la película. El combate entre las facciones se reanuda tan pronto la mujer atraviesa la línea imaginaria desde la cual se combate, ni antes ni después. El llanto de la pequeña Bazuka (como la madre decide llamar a su pequeña) detiene por un momento el universo, es un equivalente de ese instante de la historia cuando sólo existía materia en movimiento y la vida se abrió paso en medio del caos... El renacimiento de la utopía. |
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