Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
En su debut como director, Franck Khalfoun ha preferido un producto de fórmula sobre una cinta más personal que lo distinga del resto de lo que se está haciendo en Hollywood. Decidido a apostarle a un género que hoy difícilmente sorprende —un thriller de horror—, su primer trabajo, El nivel del pánico, tiene un nivel bastante aceptable como para no descartarla al menos en el terreno del entretenimiento.
Por supuesto, la cinta está lejos de ser un derroche de originalidad. De hecho, su final, algunos detalles en el planteamiento y en la resolución, así como ciertas características de los personajes, no podrían ser mejor homenaje al lugar común. A pesar de todo ello, el conjunto funciona.
El guion de El nivel del pánico combina el atractivo de la pesadilla femenina del estacionamiento vacío a la media noche con una fantasía revanchista contra los agresores de mujeres, que termina por equilibrar la cinta y encaminarla al terreno de lo políticamente correcto.
Angela (Rachel Nichols) es una chica que debería estar en una pasarela y no haciendo negocios en plena Nochebuena. Sin embargo, ahí la vemos, responsable y estresada, aun después de que todos parecen haberse ido a casa con su familia. Cuando por fin se propone salir para ir a celebrar con su madre, su hermana y sus sobrinos, Angela, descubre que su coche, aparcado en el estacionamiento subterráneo del edificio, no funciona y todas las salidas se encuentran cerradas ya.
En el lugar no parece quedar nadie más que Thomas (Wes Bentley), uno de los guardias de seguridad, quien al verla atrapada y prácticamente impedida de abordar siquiera un taxi, le propone medio en broma quedarse a cenar con él. Cuando todavía se propone encontrar una salida, la chica es asaltada por la espalda, de modo que cuando despierta, se descubre encadenada a una mesa y vestida sugerentemente para cenar.
Con excepción de una resolución un poco gastada y un tramo inicial que tarda en tomar ritmo e interés, el filme de Khalfoun logra elevar el estrés y sostener la sensación de desasosiego durante varios minutos, pese al limitado número de recursos con los que puede jugar en un lugar oscuro, pero de pocos recovecos como un estacionamiento vacío.
No hay mucho dónde buscarle. Uno de los factores que contribuye en ello es la figura de Wes Bentley —aquel extraño chico voyeurista de Belleza americana—, tan afable y a la vez tan inexpresivo que resulta perturbador. Agrégenle a eso un par de secuencias subidísimas de tono, con violencia sumamente explícita y final nada agradable, en una de las cuales vuelve a asomar el tema del acoso sexual.
Habría que lamentar, eso sí, la forma en que la historia se desborda al final, dándonos secuencias que se salen de madre en cuanto a su verosimilitud, con el único objetivo de darnos una conclusión feliz, y el inconsistente comportamiento de nuestro psicópata en turno, que es capaz de planear en detalle la cacería de su dama-presa, pero jamás repara en cómo va a librarse de la cárcel después de terminar la velada.
Habiendo reparado en sus fallos, El nivel del pánico alcanza una recomendación, aunque tímida, con la única promesa de que hallarán material para entretenerse y sobresaltarse algunas veces. |