Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Para muchos de los involucrados en la industria del cine mexicano, la crítica es por definición una labor que destruye. Todo juicio desfavorable es llevado al terreno del malinchismo y toda crítica frontal asumida como una descalificación de esfuerzos y trabajos. Ninguno de ellos termina de entender que la respuesta en la taquilla a una película tendría que estar determinada por su valor como un producto entretenido, interesante, novedoso, y no por argumentos de corte asistencialista.
Para demostrar que no hay crítica constructiva o propositiva que valga y que todo parecerá horrible cuando se trata de señalar fallos, está el caso de No eres tú, soy yo, de Alejandro Springall, que aunque tiene la decencia de no faltarle el respeto a la gente, sí representa uno de los puntos más bajos del año, cinematográficamente hablando. Me explico:
Remake de un filme argentino de 2004, estamos ante una cinta que debería funcionar por fórmula. Javier (Eugenio Derbez) es un cirujano, casado con una mujer guapa (Alejandra Barros) quien repentinamente decide dejarlo para vivir una aventura con otro hombre, no sin antes darle la puntilla con la conocida frase de "no eres tú, soy yo".
Así pues, la mayor parte de la película vemos a un protagonista con el corazón roto, incapaz de manejar la pérdida, pero que es rescatado de la depresión por una tímida y discreta encargada de una veterinaria (Martina García), quien en teoría debería ser un personaje que, al revelarse encantador e inteligente, no dejaría duda de que es una mujer perfecta. Hay elementos para una decente y palomera comedia romántica televisiva, pero el resultado no podría ser más fallido.
Un producto comercial no tendría por qué estar peleado con un guion mucho más elaborado, enriquecido con detalles, diálogos frescos, con plantear cuestiones cotidianas y construir personajes que se sientan reales. La comedia romántica echa mano de situaciones idealizadas, es cierto, pero también hay caminos creativos para llegar a ello. Springall no toma una sola decisión arriesgada en ese sentido que merezca la pena reseñar.
Por otro lado, Eugenio Derbez puede ser un tipo con talento, pero empieza a exhibir que fuera del ámbito de la comedia televisiva y sin los prostéticos que lo cubren, su capacidad es limitada a tal grado que las intenciones y los matices de su actuación siempre parecen "graciosos". Sus contrapartes femeninas no son mejores; Martina García y Alejandra Barros son bonitas, pero lucen terriblemente acartonadas, distantes del texto que parecen sólo haber aprendido para sacar sus escenas.
Añadan la intrusiva y molesta música de Christian Basso y el desastre es completo. La verdad es que el resultado pudo ser no tan malo, siguiendo el librito y poniendo a gente competente en cada posición, pero en general se nota una pereza por mejorar que no puede elogiarse ni siquiera bajo el criterio del éxito en taquilla. |