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Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Un poco más entretenida, aunque no mucho más original que su antecesora, Una noche en el museo 2 resulta ser un nuevo caos planificado del director Shawn Levy, quien esta vez tiene un escenario que le permite, primero, un mayor despliegue para las escenas de acción y efectos especiales, y segundo, le permite involucrar a un mayor número de personajes.
Larry Daley (Ben Stiller), el protagonista de la primera historia, ha dejado su empleo en el Museo de Historia Natural y ahora se dedica a las ventas. Nostálgico, decide visitar su antiguo trabajo, pero descubre que todos sus amigos, las figuras, animales y personajes en exhibición que cobraban vida cada noche, están siendo empacados para ser enviados, almacenados y olvidados en el archivo del Museo Smithsoniano, en Washington DC, pues se les sustituirá con nuevas figuras tecnologizadas.
El problema empieza cuando la mágica tablilla egipcia de oro que les imbuye vida a esas decenas de personajes, viaja con ellos en una caja, ocasionando un despertar en todo el Smithsoniano, que incluye a las figuras de Napoleón, Al Capone e Iván el terrible, quienes se unen para ayudar al faraón egipcio Kahmunrah (Hank Azaria) a revivir a su poderoso ejército e imponer un nuevo reinado de terror.
De nueva cuenta, la interacción de Stiller con sus supuestos enemigos y sus aliados accidentales a quienes esta vez se suman Amelia Earhart (Amy Adams), la primera mujer piloto en cruzar el Atlántico, Abraham Lincoln, y varios muñecos con cabeza de resorte de Albert Einstein, se traduce en secuencias hilarantes por sus diálogos absurdos y sus discusiones ociosas.
Sin embargo, aun en estos tramos, la película gira demasiado en torno a los efectos especiales. Buena parte del reparto se ve notablemente desplazado y desperdiciado; el número de actores que potencialmente podría aparecer en escena hace inmanejable cualquier situación, así que el director decide confinar a la mitad de ellos en un contenedor durante más de un tercio de la cinta.
En todo caso lo que más puede reprocharse a Una noche en el museo 2 es la falta de sorpresa; los momentos verdaderamente notables (como la materialización de la famosa fotografía que muestra a un marinero besando a una enfermera en Times Square tras el fin de la Segunda Guerra Mundial) son escasos, mientras que la inclusión de algunos personajes que llegan a ser una verdadera sorpresa no alcanza siquiera a ser significativa.
Pero qué demonios, la película es bastante cumplidora como entretenimiento, con sus momentos y sus numerosas deficiencias. Ni tan boba ni tan desdeñable, en serio.
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