PAMELA POR AMOR

DIRECCIÓN: Rodolfo Galindo Ubierna
TÍTULO ORIGINAL: Pamela por amor (2007)
PAÍS: México
GUION: Rodolfo Galindo Ubierna
FOTOGRAFIA: Alberto Lee
MÚSICA: Masfaldas
DURACIÓN: 104 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Digo esto a título estrictamente personal. Pamela por amor (también llamada Pamela. Secretos de una pasión) es la peor película mexicana que haya visto en todo el 2008 y Federica Quijano la peor actriz en una película nacional durante el último año. De verdad, la opera prima de Rodolfo Galindo no podría entusiasmar menos.

Desnudar a una estatua que tiene la cualidad de aprender diálogos, y montar con ella largas (larguísimas) y aburridas (aburridísimas) escenas de contoneos y tocamientos piel a piel, está más lejos de ser erotismo de lo que él cree. Exintegrante de un grupo musical en el retiro y portada alguna vez de la edición mexicana de Penthouse, la protagonista Federica Quijano acusa poca preparación como actriz y aun menos convicción en sus numerosos y supuestamente apasionados encuentros sexuales.

Su personaje, Pamela, es una joven que se comporta y habla todo el tiempo como si fuera Sharon Stone o estuviera conduciendo un interrogatorio sobre el caso Kennedy, con un psicoterapeuta de cabecera que se viste como pediatra (o dependiente de farmacia, da igual) para trabajar. Tiene una sola amiga (Gabriela Zamora), irrelevante, pero adicta a las drogas, lo cual sirve para establecer que ambas son muy atrevidas y muy rebeldes.

De pronto, la vemos involucrada en una relación ininteligible con un hombre (Fabián Corres) que, según la sinopsis, le lleva 24 años, los cuales nunca se notan, ya sea por lo bien que lo ha tratado a él la vida o por la friega que le ha acomodado a ella. Durante largos, interminables minutos que terminan por ser verdaderamente cargantes, ambos representan un jueguito de seducción oligofrénico y nos hacen perturbadoras revelaciones al final, que si uno no estuviera buscando la salida, quizás importarían.

El director monta escenas obvias, de una ingenuidad imperdonable para alguien que pretende hacer cine, como aquella en la que sugiere una visita de los protagonistas a una tiendita de droga y se avienta la puntada de ambientar un lugar en el que los narcomenudistas tienen la gentileza de poner focos de color rojo en la entrada para que la gente entienda que se trata de un tugurio (ya entrados en gastos, ¿por qué no un anuncio de neón?).

Pero no es lo único; Galindo dirige con una cámara que parece atornillada al suelo, no hay más que una y sólo una toma, como si estuviera en un set televisivo. Monta una secuencia en una discoteca, pero los recursos no parecen darle para filmar en un ambiente en el que la gente es numerosa y está rodeada de más gente, así que prefiere mandar a los extras al fondo, muy conscientes de que no deben estorbar la vista entre los protagonistas y nosotros.

Si el director es incapaz de moverse en tres dimensiones y entender que esto no es teatro, sino cine, cómo exigirle a la protagonista dar más que el personaje plano y pobre que termina interpretando. No es posible hacer creíble a un personaje si no se le dan características que parezcan reales, como una casa, un trabajo, detalles que nos indiquen qué hace (además de aparentar una existencia atormentada y recitar frases eternas). Hacer topless —entiéndanlo ya— no le da profundidad a ningún personaje, no hace mejor actriz a nadie ni convierte un filme mediocre en cine de arte

Hay que ser de verdad candoroso para afirmar que el cine mexicano está viviendo otra época de oro. Aquí tienen una muestra.

 
 
 
 
       

CANAL RSS
YOUTUBE
CONTÁCTANOS


DISTRITO CINE. Los contenidos de este sitio están sujetos a una licencia Creative Commons 2.5, con excepción del material (fotos, imágenes, videos) procedente de terceros.