PANDORUM

DIRECCIÓN: Christian Alvart
TÍTULO ORIGINAL: Pandorum (2009)
PAÍS: Estados Unidos, Alemania, Reino Unido
GUION: Travis Milloy
FOTOGRAFIA: Wedigo Von Schultzendorff
MÚSICA: Michl Britsch
DURACIÓN: 108 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Estamos en el futuro lejano. Año 2153. Después de un largo periodo de hibernación, dos oficiales de una misión despiertan a bordo de una enorme nave espacial diseñada para llevar a miles de seres humanos a un planeta lejano llamado Tanis, una vez que los recursos en la Tierra se han agotado. Pero todo parece ir mal; la memoria de ambos falla y la nave no sólo parece vagar sin energía ni rumbo, sino que luce desierta, a no ser por un grupo de extraños pasajeros que parecen haber aparecido espontáneamente y que se mueven en las sombras.

Confusa, derivativa, carente de identidad propia, llena de elementos que parecen haber sido saqueados de otras cintas de horror y ciencia ficción, Pandorum apabulla con un frenesí innecesario de imágenes y gritos, que asfixian y que no dejan espacio al auténtico suspenso, que tendría que ser resultado de un buen guion y una conducción eficiente de su director Christian Alvart, más que de recursos efectistas.

Pandorum —al menos así se explica en la cinta— es un término común para referirse al Síndrome Orbital Disfuncional, un estado de locura que parece afectar a quienes hacen largas travesías en el espacio y que en su estado más avanzado se manifiesta como una suerte de esquizofrenia. Una vez que se sabe esto, la película deja de tener propósito, por cuanto deja al descubierto todos sus secretos y elimina toda sorpresa de sus giros argumentales.

En lugar de mantener la ambigüedad inicial y alimentar la curiosidad sobre lo que sucedió con el resto de la tripulación y los humanos a bordo, o explorar las posibilidades del aislamiento en el espacio, el director opta por hacer visibles lo horrores dentro de la nave y montar con ellos secuencias propias de un videojuego que reducen la trama a una prolongada persecución por pasillos húmedos y oscuros.

Así, el terror claustrofóbico que se pretende transferir al espectador durante cerca de una hora y 50 minutos termina manifestándose como una repelente sensación de desorientación tras un angustioso encierro en una máquina de centrifugado, lo que hace pensar que el Síndrome Orbital Disfuncional se transmite también de la pantalla al patio de butacas.

 
 
 
 
  
       

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