PARANOID PARK

DIRECCIÓN: Gus Van Sant
TÍTULO ORIGINAL: Paranoid Park (2007)
PAÍS: Estados Unidos, Francia
GUION: Gus Van Sant; basado en la novela de Blake Nelson
FOTOGRAFÍA: Christopher Doyle, Rain Kathy Li
MÚSICA: Jeff Peterson
DURACIÓN: 85 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Paranoid Park obtuvo el Premio Especial 60° Aniversario en el pasado Festival de Cannes, acaso más un reconocimiento a la trayectoria de su realizador que a la cinta misma que, de paso, ha quedado blindada contra las críticas.

Como en la aplaudida Elefante (2003), Gus Van Sant vuelve a exhibir una rara fascinación por ese mundo adolescente alienado, incapaz de comunicarse con el exterior o que bien lo hace en una media lengua caracterizada por los monosílabos.

A diferencia de aquella, en la que el director ensayaba una aproximación al mundo de la preparatoria Columbine, donde Eric Harris y Dylan Klebold asesinaron a 12 personas e hirieron a 23 más para después suicidarse, Paranoid Park es un tedioso, silente y reiterativo intento por mostrarnos la existencia de un número creciente de chicos americanos que parecen vivir una juventud sin objeto.

Alex (Gabe Nevins) es un estudiante de preparatoria de Portland, aficionado a la patineta, quien una noche, de manera accidental, mata a un guardia de seguridad —haciéndolo caer al paso de un tren— en los alrededores de Paranoid Park, donde decenas de chicos se reúnen para practicar con sus respectivas tablas.

Más allá del elogio por la fotografía y la selección musical, durante cerca de hora y media la cámara sigue de cerca al muchacho, mientras nosotros esperamos eternamente que pase algo. Lo que sucede en realidad es que Van Sant se enamora de su protagonista, reclutado en MySpace, al grado de no advertir que el joven no actúa en lo absoluto y que no hay un solo registro de emoción en él. Claro, si uno no quiere parecer tonto, habrá de decir que eso que parece astenia es en realidad el profundo estado de culpa que experimenta el personaje.

Entiendo que el filme está basado en una novela de Blake Nelson, a quien un anónimo skater le habría contado su propia historia. Cualquiera que sea el nivel de esa obra, la adaptación cinematográfica no parece haberle hecho justicia. Alex es un adolescente gris, carente de emoción y de pasiones, en vía de convertirse en un americano mediocre (aunque quiero suponer que para Van Sant su tierna edad lo hace digno de compasión)... ¿Por qué habría de interesarnos su nula vida interna, su infinito desdén? ¿Por qué habría de ocuparnos más su existencia que la del guardia que muere cercenado por las ruedas del ferrocarril?

Paranoid Park no es tanto la obra de un director pretencioso, como un producto perfecto para críticos y espectadores —ahí sí pretenciosos— de los que se recogen elogios fáciles dándoles nada a cambio. Si usted no tiene esa rara necesidad de encajar entre quienes van al cine en busca de estatus y que no se permiten hablar de cintas comerciales, evítela.

 
 
 
 
       

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