Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Peligrosamente cerca de convertirse en una prédica moralina sobre el uso de internet y una satanización del medio, Pérdida de la inocencia logra ser un drama sobrio y realista que aborda el tema de los predadores sexuales que usan la red para manipular y ganarse la confianza de sus víctimas.
La historia sucede en el seno de una familia unida, de clase media, en la que ambos padres, Will (Clive Owen) y Lynn (Catherine Keener), trabajan y pueden darse algunos lujos. Tienen tres hijos, de los cuales Annie (Liana Liberato), de 14 años, inicia una amistad por internet con un chico al otro lado del país que la motiva y que además piensa que es bonita.
Bien construida, la cinta se desarrolla con naturalidad en su primera mitad; la relación idealizada de Annie y su amigo va creciendo en la frecuencia de sus contactos, en la intimidad de sus confesiones mutuas. La cercanía entre ambos llega a tal nivel que ella empieza a disculpar y pasar por alto las pequeñas mentirillas de él, algunas de las cuales no son tan inocentes y quedan a la vista cuando ambos acuerdan encontrarse.
El director David Schwimmer, sin embargo, no abrevia en los detalles más incómodos y repelentes de la "cita romántica" entre los personajes; filma con audacia, pero también con inteligencia y elegancia para decir mucho sin mostrar demasiado. Cada detalle en el encuentro está medido para cuidar y hacer lucir a la joven Liberato, quien en la vida real tiene 14 años y cuyo registro como actriz es notable.
Aunque al final el mensaje de la cinta es que a veces no puede hacerse nada, que las personas resultan heridas y que siempre existirán esos depredadores que buscan las vulnerabilidades para aprovecharlas, el discurso general no logra eludir por completo cierto tono aleccionador y tramposo. Detalles como la compra de una computadora como regalo para una adolescente, los padres que no fiscalizan la actividad en línea de sus hijos o el ejecutivo que trabaja en una agencia de publicidad que sexualiza a sus modelos son presentados con cierta intención pontificadora sobre la manera correcta de educar a los menores.
Con todo y un final transigente, Pérdida de la inocencia tiene una última secuencia que sacude un poco y que humaniza al agresor sexual. No parece ser intención de lo realizadores hacerlo una figura con la cual empatizar; se le muestra como alguien afable, acaso para establecer que podría estar cerca de cualquiera, perfectamente integrado a la sociedad. |