PERSÉPOLIS

DIRECCIÓN: Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud
TÍTULO ORIGINAL: Persepolis (2007)
PAÍS: Francia, Estados Unidos
GUION: Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud; basado en las novelas gráficas de Marjane Satrapi
MÚSICA: Olivier Bernet
DURACIÓN: 96 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Muchas veces se ha escrito que origen es destino. La mayoría de las veces, la frase es una sentencia contra la voluntad y el coraje de cambiar las cosas que no nos gustan. En el caso de Marjane Satrapi, autora de la historieta homónima en la que se inspira este filme, puede afirmarse que su origen ha sido justamente el motor de su modesta aportación al mundo.

La simplicidad de Persépolis, sus dibujos en blanco y negro y el puñado de recursos del que echa mano, son hasta cierto punto engañosos. A través de ella, Satrapi nos deja echar un vistazo a su historia personal, a aquellos años de cambio que enfrentó durante los años setenta y ochenta en Irán, pero sin pretender elaborar un discurso ecuménico o de redención del papel de la mujer en la opresiva sociedad islámica.

Por el contrario, su historia está hecha de memorias. Persépolis es la forma en que la autora se recuerda a los diez años de edad, cuando sobrevino la caída del sha Mohammad Reza Pahlevi, así como los episodios de su vida ocurridos durante la gradual transformación de su país en un espacio de restricción de libertades.

Marjane Satrapi se recuerda como una niña apasionada, influida por la cultura occidental, que busca tener opinión en un mundo de adultos que han asumido ya una posición política e ideológica. Reconoce y afronta con humor sus errores, mira sin odio y sin resentimiento los años de la guerra contra Irak, que la obligaron a huir a Europa, donde sufriría sus primeras fracturas como adolescente, y logra distinguir los resquicios amables de su vuelta a Teherán, pese al castrante fundamentalismo de los ayatolas.

Dos elementos de ese cúmulo de recuerdos tienen que ver con la identidad de la autora. Por un lado, el reconocimiento de su origen iraní en un mundo que considera a los suyos un pueblo de bárbaros; por otro, su relación con Dios, su enemistad con él en los momentos más dolorosos, y su nueva relación nacida del reencuentro con una obligación fundamental de su credo, el deber de todo humano de ser justo.

La vida no es una película con leyendas de "Fin" que marquen el cierre de una etapa y que permitan asumir que el resto puede ser resumido mediante la frase "vivieron felices para siempre". El viaje de Marjane no ha concluido, no es tan cínica para regalarle a su historia un final feliz, cuando las interrogantes siguen abriéndose ante sus ojos. Paradójicamente, las escenas de Persépolis en que el color aparece, tienen un tono sombrío y la muestran a ella convertida en una adulta, después de abandonar Irán, quizás para no volver nunca. "Esta soy yo", parece decir. Este es su sencillo manifiesto.

 
 
 
 
       

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