LOS PITUFOS

DIRECCIÓN: Raja Gosnell
TÍTULO ORIGINAL: The Smurfs (2011)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: J. David Stern, David N. Weiss, Jay Scherick, David Ronn; basado en los personajes creados por Peyo
FOTOGRAFÍA: Phil Meheux
MÚSICA: Heitor Pereira
DURACIÓN: 103 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Dirigida a un público objetivo por debajo de los diez años de edad, Los Pitufos se insertan (como antes lo hicieron Garfield, Supercán o Alvin y las Ardillas) en una lógica de venta de nostalgia que consiste en revivir a viejos personajes de dibujos animados que se supone tuvieron un lugar importante en la infancia de quienes hoy somos adultos, asesinando a cuchilladas a nuestro niño interior.

Si bien tiene el mérito de entretener a los niños más pequeños, la experiencia para el público adulto puede ser un poco cansada, pues la historia, además de poco imaginativa en sus giros, se monta en una fórmula sobreexplotada con un sermón acerca de la importancia de anteponer la familia al éxito profesional.

La película se inicia cuando los Pitufos realizan los preparativos para una festividad mágica conocida como la Luna Azul. Debido a un error, el brujo Gargamel (Hank Azaria) encuentra la aldea y comienza una frenética cacería de seres azules que termina en un pequeño riachuelo, donde se abre una puerta dimensional que lleva al mago, su gato Azrael y varios Pitufos a la ciudad de Nueva York, donde veremos la gastada rutina del visitante extraterrestre tratando de habituarse a una civilización que no conoce.

Mientras los protagonistas se refugian en el departamento de una pareja (Neil Patrick Harris y Jayma Mays) que espera la llegada de un bebé, Gargamel desempeña su papel de loco hechicero, aportando la comedia que hace más soportable una película que, contra todo pronóstico, ya prepara una segunda parte tras meter —hasta ahora— 135 millones de dólares en taquilla.

Por lo demás, la cinta se agota en recrear la vieja dinámica de las caricaturas, mostrándonos las peripecias de los personajes azules mientras huyen del villano en un ambiente que les es ajeno. La interacción de los actores con los pequeños generados por computadora es por demás convincente, pero en todo caso esto pone en evidencia el talento desperdiciado en un filme en el que lo más simpático es un gato, el único ser al que el casi inexistente guion (escrito por cuatro personas) le permite algunas incorrecciones.

 

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