Héctor Campio López | @campiolopez

Una de las fantasías masculinas más comunes, entre hombres muy comunes y corrientes (no se ofendan), es vivir una historia de amor con una de esas prostitutas que son como ángeles, para sacarla de trabajar, ponerle casa y ser feliz con ella para siempre. De alguna manera, esa es la premisa de Por sexo o por amor (Combien tu m'aimes?), la película francesa del director Bertrand Blier que lleva en el rol estelar a Mónica Bellucci.

Ver el nombre de esa actriz en el reparto ayuda un poco a crearse expectativas sobre lo que se va a ver. Uno se imagina lo más obvio, que es que en cualquier minuto de la película vamos a verla desnuda en una escena de cama junto a un señor francés. Que además habrá un poco de romance y algo de ese humor galo tan ingenuo que hace suspirar.

El protagonista masculino es François (Bernard Campan), un hombre que acaba de sacarse la lotería y pretende con su dinero llevarse a vivir a Daniela (Bellucci) a su casa a cambio de una atractiva suma mensual. Ella, una meretriz de muy buen ver con actitudes cachondas que provocan infartos, acepta el trato. Y él, alegra su sombría vida de burócrata con tremenda mujer en su casa.

Para los acostumbrados a las comedias románticas de Meg Ryan (para ejemplo más representativo) una cinta como Por sexo o por amor no funciona porque resulta demasiado alejada de lo que uno entiende por comedia. Uno piensa que la culpa la tiene Disney, que se ha encargado de neurotizar nuestra educación sentimental, pero esta vez no es así, porque el problema no es del espectador, sino de la película.

A lo largo de la cinta ocurren situaciones chuscas que en conjunto se vuelven extravagantes y no definen un ritmo en la historia. Se confunde la espontaneidad con el exceso. No me hubiera sorprendido que en la absurda escena final apareciera Godzilla invitado a la fiesta y los matara a todos.

Tener a Mónica Belluci en una película para hacerla posar en cada toma me parece un abuso cuando no hay un argumento que lo amerite. Los personajes no son entrañables y sus líneas nada ingeniosas. Perfectamente olvidable Gérard Depardieu en su interpretación de padrote gangsteril. Que no sea raro escuchar bostezos a lo lejos.