PRESAGIO

DIRECCIÓN: Alex Proyas
TÍTULO ORIGINAL: Knowing (2009)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Ryne Douglas Pearson, Juliet Snowden, Stiles White
FOTOGRAFIA: Simon Duggan
MÚSICA: Marco Beltrami
DURACIÓN: 121 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Durante cerca de 90 minutos, Presagio se desarrolla como un entretenido aunque genérico filme apocalíptico que ofrece un puntual catálogo de clichés diseñados para intentar dar dimensión emocional a personajes que de otra manera serían mucho menos interesantes. Sin embargo, en su última media hora la película es una lástima, y su conclusión, indigna hasta para un público demasiado joven.

La historia comienza en 1959 en una escuela primaria de Massachusetts, donde los directivos deciden poner en una cápsula del tiempo varios dibujos de los niños sobre cómo creen que será el mundo medio siglo después; en lugar de un dibujo, Lucinda (Lara Robinson), una niña aparentemente perturbada elabora una hoja con una larga serie de números sin orden ni sentido aparente.

Cincuenta años después, al ser desenterrada la cápsula, el papel con la secuencia numérica es entregada a Caleb (Chandler Canterbury), hijo de John Koestler (Nicolas Cage), un profesor de ciencia del Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien descubre un patrón en los números que revela las fechas, los lugares y el número de víctimas de los grandes desastres ocurridos desde 1959. El científico advierte que tres eventos aún están por ocurrir y uno de ellos incluso parece sugerir el fin del mundo.

La trama que en un inicio parece avanzar en el sentido de una discusión entre determinismo y azar, lógica, ciencia y religión, se dispersa rápidamente, sin que jamás lleguemos a tener certeza de lo que los guionistas intentan realmente contar. La intriga de tintes sobrenaturales construida a partir de dudas razonables y un desastre inminente da un vuelco; Presagio pierde toda complejidad, deja de exigirle al espectador para convertirse en una sucesión de caprichosas coincidencias que desbarrancan por completo en un desenlace de muy escaso valor, equivalente a resolver un filme de horror explicando que todo el tinglado de angustia es una vulgar pesadilla de la que sólo hay que despertar.

En su nivel técnico la película exhibe un impresionante trabajo de efectos especiales; las tragedias planteadas por las series numéricas descifradas por el personaje interpretado por Cage son realizadas con sumo realismo. Las secuencias en cuestión resultan auténticamente turbadoras y efectivas al establecer la absoluta imposibilidad del hombre para cambiar el curso de eventos de enorme magnitud.

El inepto guion se queda, sin embargo, por debajo de los alcances del departamento de arte digital, al que exige un idílico final que se pretende hermoso, pero que termina por ser ridículo una vez que traiciona arteramente todas las intrigantes posibilidades que la historia ofrecía inicialmente en el terreno de la ciencia y aun en el de la religión.

 
 
 
 
       

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