Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Es claro que La princesa y el sapo es un intento de los estudios Disney por subvertir el cuento tradicional sobre un príncipe convertido en sapo que recupera su humanidad con un beso, y que hoy día existe una apertura en la compañía que permite introducir elementos que en otra época habrían sido imposibles.
La historia se desarrolla mayormente en la Nueva Orleans de los años veinte. Su protagonista es una joven negra de la clase trabajadora llamada Tiana, la cual, durante un baile de disfraces, es confundida con una princesa por el príncipe Naveen de Maldonia, quien ha sido víctima de un trabajo de vudú y convertido en sapo. Lo interesante es que tras el beso que prescriben los cuentos de hadas, Naveen no vuelve a su forma normal, sino que Tiana se convierte también en sapo.
El relato tiene aristas interesantísimas; no se trata sólo de un reconocimiento de los afroamericanos como actores de aventuras que no implican segregación ni esclavismo. La princesa y el sapo muestra también que a la par de la inocencia que nos lleva a levantar la vista para pedirle al cielo un deseo, hay que trabajar durísimo para conseguir lo que uno quiere.
Sin embargo, todo ese valioso contenido se diluye irremediablemente en un mar de olvidables tonaditas (autoría de Randy Newman), que terminarán por saturar a un público poco dispuesto a los musicales, lo cual nos devuelve a los tiempos en que Disney parecía una empresa anquilosada y otros estudios de animación llegaban con propuestas visuales atractivas y guiones inteligentes, por más que algunos quieran ver un regreso a la época dorada del consorcio.
Es cierto, la película resulta por mucho superior a muchas cintas animadas recientes que fácilmente caerían en la categoría de fast food cinematográfico a pesar de usar tecnología 3-D, que sólo sirve para elevar el precio de las entradas; sin embargo, no alcanza las alturas a las que podría aspirar. Con todo, la protagonista sólo parece lucir completa y realizada hasta casarse con un príncipe y convertirse en la primera mujer negra en formar parte del catálogo de princesas de Disney.
Y es que desde la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca los negros parecen ser el nuevo target para la colocación de productos. |