LA REUNIÓN DEL DIABLO

DIRECCIÓN: John Erick Dowdle
TÍTULO ORIGINAL: Devil (2010)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Brian Nelson; basado en un argumento de M. Night Shyamalan
FOTOGRAFÍA: Tak Fujimoto
MÚSICA: Fernando Velázquez
DURACIÓN: 80 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

La obra de M. Night Shyamalan se alimenta en muchos sentidos de la manera en que incorporamos lo increíble a nuestra visión del mundo; no sólo encuentra material en nuestro temor a lo desconocido, sino también en el peso que le hemos concedido a los mitos y aun a las leyendas que pueblan nuestro ideario colectivo.

Con un argumento del propio Shyamalan (quien también firma como productor), La reunión del Diablo es en cierto sentido uno de esos viejos cuentos fundacionales nacidos en la tradición judeocristiana, pero desarrollado en lugar y tiempo presente. Su premisa es que el Diablo se mueve entre la gente sin ser visto y que la primera señal de su presencia es un suicidio, lo cual nos es explicado en los primeros minutos.

La cinta, sin embargo, se enfoca en un hecho sin conexión aparente con esa primera muerte, algo incluso habitual para una ciudad como Filadelfia: cinco desconocidos que se quedan atrapados en el ascensor de un edificio, varios pisos arriba, pero entre los cuales se mueve, invisible, algo más.

El thriller de tintes sobrenaturales da inicio y su director intenta establecer un tono de suspenso con elementos mínimos: cinco actores de cartel modesto, encerrados en un espacio claustrofóbico en el que la electricidad va y viene, apenas monitoreados por una cámara de seguridad, sin que alcancemos a ver la mano que va cobrándole de manera violenta sus pecados del pasado a cada uno de los personajes.

La resolución no carece de ingenio, pues el relato aporta un giro de tuerca final que vincula (así sea de manera tangencial) el fenómeno inexplicable en el pequeño espacio del ascensor con la investigación policiaca que se desarrolla paralelamente y que busca a un asesino de carne y hueso escondido en el edificio.

El problema de fondo es que el guion no explota la atractiva ambigüedad que de entrada parece plantearse y no le permite al espectador dudar sobre la naturaleza de lo que está viendo, permitiéndole pararse en la línea entre lo racional y lo sobrenatural. La intriga policial pierde, en consecuencia, toda su fuerza.

El segundo gran error es hacer del Diablo un vulgar policía espiritual que viene a la tierra a dar lecciones de moral y a redimir asesinos. El más grande criminal que se conozca, conmovido por las lágrimas de sus víctimas; eso sí que es inverosímil, hasta para un buen cuento.

 
 
 
 
       

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