REYES DE LA CALLE

DIRECCIÓN: David Ayer
TÍTULO ORIGINAL: Street Kings (2008)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: James Ellroy, Kurt Wimmer, Jamie Moss; basado en un relato original de James Ellroy
FOTOGRAFÍA: Gabriel Beristáin
MÚSICA: Graeme Revell
DURACIÓN: 117 minutos

 

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

En Día de entrenamiento (Antoine Fuqua, 2001), David Ayer realizó un estupendo ensayo sobre lo relativo de considerar que la ley por sí misma se traduce en bien común, cuando es quizás su permisividad la que no permite acabar con las grandes lacras sociales.

En Reyes de la calle, su segundo largometraje como director, Ayer vuelve a explorar la veta y a poner en el centro a personajes caracterizados por su ambigüedad moral. De nuevo, el relato entra a las oficinas de la unidad antidrogas de la policía de Los Ángeles, donde los métodos para limpiar la ciudad de traficantes de baja calaña no son los más ortodoxos.

Su protagonista, Tom Ludlow (Keanu Reeves), es un detective atrapado por la bebida, sorprendido por la muerte de su esposa mientras ésta pasaba la noche en el departamento de otro hombre. El tipo es quizás el mejor agente del área antinarcóticos, pero su efectividad y su poder letal comienzan a llamar la atención de Asuntos Internos, donde consideran inconcebible que sus incursiones siempre terminen sin detenciones.

El tipo es bueno en lo que hace, y si sus excesos ayudan a acabar con la basura de la ciudad, su superior, el capitán Jack Wander (Forest Whitaker) no se lo va impedir; sobre todo, si eso se traduce en beneficios políticos. En ese sentido, la historia es congruente: nadie ahí es mejor ni más íntegro que este violento ángel vengador que resulta ser Ludlow.

Sin embargo, pese a varias vueltas de tuerca de verdad interesantes, el largometraje recurre infortunadamente a la redención y a la tramposa exculpación de un antihéroe cuyos defectos son, paradójicamente, sus mayores virtudes.

Dentro del género policiaco, Reyes de la calle es una de las películas más comedidas estrenadas en el pasado reciente, al invitar al espectador a asumir una posición y luego cuestionarse la validez ética de la misma, sin que el guion necesariamente plantee un catálogo de comportamientos correctos ni postule la incuestionabilidad de las leyes escritas. El eterno debate entre los medios y los fines.

De tal forma, David Ayer nos da una cinta de acción que no se agota en la espectacularidad, sino que busca aprovechar al máximo el potencial actoral de un elenco muy atractivo, en el que, por cierto, el papel de la mexicana Martha Higareda no llega a ser trascendente.

 

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