SABER DAR

DIRECCIÓN: Nicole Holofcener
TÍTULO ORIGINAL: Please Give (2009)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Nicole Holofcener
FOTOGRAFÍA: Yaron Orbach
MÚSICA: Tim LeFebvre, Marcelo Zarvos
DURACIÓN: 87 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga| @jcromero

Calificada por Peter Travers como una comedia de malos modales, Saber dar es una cinta de humor ácido sobre esas envidiadas clases medias, para las cuales la pelea diaria por el estatus abre puertas a vidas más o menos vacías o no totalmente satisfactorias. Afortunadamente, su directora Nicole Holofcener evita el odioso didactismo moral que tiende a ver en los bienes materiales y en la belleza física nada más que superficialidad y pobreza de espíritu.

La directora, en realidad, carga tintas contra un sector hipócrita y culposo, que gana dinero de sacarle el mayor rendimiento posible a un negocio, que tiene cosas bonitas y casas más grandes como consecuencia a veces del infortunio de otros, pero que cree que el universo se equilibra por el hecho de darle a los desposeídos limosnas de 20 dólares o negarle a sus hijos ropa cara.

Kate (Catherine Keener) y Alex (Oliver Platt) son una pareja con una hija adolescente, que compra a precios de ganga las posesiones de ancianos que fallecen para revenderlas. Su vecina, Andra (Ann Morgan Gilbert), es una anciana sin habilidad para las relaciones, con dos nietas, Rebecca y Alex, que cuidan de ella, y que tiene la peculiaridad de decir las cosas como las piensa, de modo que es capaz de convertir simples contactos sociales de cortesía en momentos embarazosos.

La mujer es hiriente y malagradecida, pero mientras Alex (Amanda Peet) lo expresa abiertamente, Rebecca (Rebecca Hall) antepone razones de gratitud y de escrúpulos para no abandonarla, añadiendo a sus obligaciones laborales y personales, la seguridad y el cuidado de la anciana.

La historia contrapone esta visión de Kate y Rebecca de sentirse responsables en remediar el mal del mundo, con la de otros personajes mucho más interesados en aprovechar sus oportunidades, sin remordimientos de ningún tipo. Sin embargo, ninguna de estas circunstancias vuelve a unos o a otros mejores ni peores. Raramente, estamos ante una película que muestra a personajes imperfectos, humanos, llenos de contradicciones.

Holofcener no parece interesada en hacer juicios sobre el estilo de vida consumista ni nada por el estilo; habla sutilmente de una enfermedad de nuestro tiempo que hace posible el éxito de todos los teletones y que poco tiene que ver con el sentimiento de compartir. Se trata simplemente, del estúpido remordimiento por haber sido más afortunados que otros, por no estar lisiados o por tener un techo bajo el cual dormir.

Más aún, Saber dar postula un cínico realismo que hace intragables esos melodramas chantajistas sobre idealizadas cadenas de favores o granitos de arena que transforman a la humanidad, porque sin importar cuánto se dé o se empeñe en ello, siempre habrá necesitados.

 
 
 
 
  

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