LAS AVENTURAS DE TINTÍN: EL SECRETO DEL UNICORNIO

DIRECCIÓN: Steven Spielberg
TÍTULO ORIGINAL: The Adventures of Tintin: The Secret of the Unicorn (2011)
PAÍS: Estados Unidos, Nueva Zelanda
GUION: Steven Moffat, Edgar Wright, Joe Cornish; basado en la historieta de Hergé
FOTOGRAFÍA: Janusz Kaminski
MÚSICA: John Williams
DURACIÓN: 107 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Basada en la célebre historieta creada por el belga Hergé y escasamente conocida en México a través de las tiras cómicas publicadas en las ediciones dominicales de algunos diarios, Las aventuras de Tintín es una obra para los fanáticos del personaje, quienes quizás encuentren en ella más que una cinta de incesante acción que no alcanza a convertirse en gozo.

Tintín (voz de Jamie Bell) es un joven reportero, quien durante una visita a un pequeño bazar descubre y compra el modelo a escala de un antiguo barco conocido como El Unicornio, que resulta ser una pieza codiciada por otros oscuros personajes, pues en su interior guarda un pergamino con un valioso secreto.

La historia abreva de tres de los 24 libros que conforman las aventuras de esta suerte de investigador adolescente, quien además de contar con la ayuda de su inseparable perro Milú, se asume frecuentemente como censor moral del alcohólico Capitán Haddock (voz de Andy Serkis), su más importante aliado en la búsqueda del secreto de El Unicornio, quien además es poseedor de un legado bucanero que da a la película sus mejores momentos.

Innegablemente lograda en lo visual, en tanto que se ha perfeccionado la técnica de captura de movimiento (con la que anteriormente se habían filmado El Expreso Polar y Beowulf y Los fantasmas de Scrooge), estamos ante una clásica cinta de aventuras que, sin embargo, hace difícil involucrarse con sus personajes, audaces, determinados, pero poco complejos y pobremente perfilados.

Al mando del proyecto, Steven Spielberg y Peter Jackson han logrado una cinta bien hilada de estupendo ritmo y gráficos fotorrealistas que bordean el virtuoisismo técnico y que alcanzan un nivel impresionante en el montaje de algunos planos secuencia y un largo combate naval que resulta un derroche de pirotecnia y equilibrismo. Sin embargo, el notable trabajo de creación digital no parece ser suficiente para dotar a los personajes de expresividad; los rostros siguen pareciendo inertes figuras de cera que no transmiten emociones.

Al menos en ésta, que se supone será la primera película de una trilogía, el derroche visual simplemente no alcanza, no basta. La interrogante, en todo caso, es cuánto podrán crecer las otras, si es que se filman.

 
 
 
       

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