Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Mark O'Brien (John Hawkes) ha sobrevivido poco más de 30 años gracias a un pulmón artificial del cual sale unas pocas horas al día. Paralizado por la polio desde los seis años, incapaz de realizar casi ninguna tarea de manera autónoma, el protagonista todavía desea añadir experiencias a su vida.
Este no es el drama que se esperaría sobre un personaje con discapacidad; Seis sesiones de sexo es en realidad una cinta agridulce, pero fundamentalmente divertida, desprovista de falsos sentimentalismos en su discurso sobre el amor, lo mismo que arriesgada y conmovedora en su planteamiento sobre el sexo. Cerca de los 40 años, atrapado en un cuerpo con todas las sensaciones, pero que no puede controlar, Mark se propone averiguar si es capaz de trascender su relación meramente platónica con las mujeres y pasar al contacto físico.
Alguien le presenta a Cheryl (Helen Hunt), una terapeuta sexual, quien a lo largo de seis sesiones —ni una más, lo que evita que se creen vínculos— será su compañera y le ayudará a descubrir el sexo y a sentirse mucho más seguro de sí mismo. El director, Ben Lewin, logra narrar este proceso con una naturalidad desarmante, a través de enormes dosis de humor y personajes que han desechado cualquier piedad o pena por el protagonista.
Mark es mostrado como un católico practicante; su fe y su actitud le permiten sobrevivir ("Creo en un Dios sin sentido del humor. Me resultaría absolutamente intolerable no poder culpar a alguien por todo esto"). Eso es lo que hace que el sacerdote de su comunidad, el padre Brendan (William H. Macy), se ves involucrado continuamente como confesor y conciencia, a la vez que cómplice indulgente de su improbable transgresión al sexto mandamiento.
La cinta, sin embargo, no puede entenderse sin la emoción, sin el involucramiento entre los personajes de la historia, sin el compromiso de Helen Hunt con la desnudez emocional y física que le exige su papel y la cuidadosa puesta en imágenes que tiene la rara cualidad de hacer sentir cómodo al espectador frente a lo explícito de algunos momentos.
Decía Roger Ebert que en una época en que el sexo es tan común en las películas, The Sessions es un recordatorio de lo única que la intimidad sexual puede ser. Sin embargo, lo realmente notable del guion de Ben Lewin, quien toma el texto escrito por el verdadero Mark O'Brien, narrando su experiencia, es que más allá del sexo, cuenta de manera honesta y emotiva qué sucede cuando se crean vínculos entre las personas. |