Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Con un guion mínimo, un solo actor y nada más que un ataúd de madera en el cual el protagonista ha sido enterrado vivo con un celular y un encendedor, el director español Rodrigo Cortés consigue contar toda una historia ubicada en el contexto de la guerra de Irak, dejando que sea el espectador quien construya los escenarios y ponga rostro a las voces que se escuchan, una tras otra, al teléfono.

Paul Conroy (Ryan Reynolds), el único personaje visible, es un contratista de una empresa estadounidense que trabaja en la reconstrucción en Medio Oriente, y a quien descubrimos después de un largo plano filmado en la oscuridad, mientras enciende dificultosamente su encendedor y se descubre dentro de un cajón de madera.

A partir de ese punto, con una cobertura y batería precarias, el teléfono móvil se vuelve el instrumento con el cual comenzamos a llenar los huecos de las horas previas. Sin flashbacks innecesarios que insulten la capacidad de imaginación del público, el director y su guionista hacen volver a Conroy sobre sus pasos para explicarnos cómo llegó ahí, al tiempo que introducen nuevos elementos para aumentar la tensión.

El guion exige cierta complicidad; aceptar —sin que la premisa parezca totalmente inverosímil— que un par de metros bajo tierra no sólo es posible escuchar sonidos de la superficie, sino incluso tener señal para hacer y recibir llamadas telefónicas. Cortés, sin embargo, sostiene con gran eficacia el suspenso, la angustia por la escasez de oxígeno y la desesperante inacción de quienes desde afuera sólo parecen hacer promesas de rescate al hombre de esta historia.

Además de mover la camara sólo dentro de los límites de ese espacio claustrofóbico (permitiéndose romper apenas un par de veces la cuarta pared para acentuar la sensación de profundidad), el realizador español inserta una dura crítica política a los administradores de la guerra y la remata con una conversación telefónica entre el protagonista y sus empleadores; una secuencia tan eficaz que genera una mezcla entre rabia y asco.