SILENCIO

DIRECCIÓN: Martin Scorsese
TÍTULO ORIGINAL: Silence (2016)
PAÍS: Estados Unidos, Taiwán, México
GUION: Jay Cocks, Martin Scorsese; basado en la novela de Shûsaku Endô
FOTOGRAFIA: Rodrigo Prieto
MÚSICA: Kathryn Kluge, Kim Allen Kluge
DURACIÓN: 161 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Basada en la novela del japonés Shûsaku Endô, Silencio es una reflexión desgarradora en lo que se refiere a la experiencia de ver cumplidas en la propia carne las palabras de Jesús sobre cómo sus seguidores serían perseguidos, encarcelados y odiados por causa de su nombre, pero también acerca de hasta dónde se pueden y se deben llevar las convicciones, sobre todo cuando Dios se mantiene silencioso ante el sufrimiento.

La historia tiene lugar en el siglo XVII. Sebastião Rodrigues y Francisco Garupe (Andrew Garfield y Adam Driver), dos jóvenes sacerdotes jesuitas, viajan a Japón, donde el cristianismo ha sido proscrito, para tratar de encontrar al padre Ferreira (Liam Neeson), su antiguo guía espiritual, quien se asegura que ha apostatado. En sus tramos más amables, la cinta de Martin Scorsese muestra el trabajo comprometido de ambos misioneros frente a grupos de creyentes que sobreviven en la clandestinidad, convencidos de que la palabra ha caído en tierra buena y dará fruto a su tiempo.

Muy pronto, sin embargo, el realizador muestra que Japón es una ciénaga que pudre las raíces de lo que ahí intenta plantarse. Con enorme crudeza, la cinta muestra la labor del inquisidor que rige en las aldeas cercanas a Nagasaki, quien inflige torturas brutales a todos aquellos pobladores que profesan la fe cristiana. Testigo de las crueles prácticas a las que se ven sometidas las personas, el padre Rodrigues intenta escrutar el silencio, que parece más indiferencia de Dios ante el sufrimiento.

Pero Silencio lleva a una reflexión más profunda, pues los perseguidores no dignifican la labor de los sacerdotes con el martirio, permitiéndoles seguir los pasos del Señor. Les asignan un rol mucho más decisivo que hace parecer su discurso religioso mera arrogancia de quien no tiene nada que perder, pues se les permite hacer una elección: mantenerse firmes en su fe o apostatar para salvar a otras personas sometidas a los peores castigos imaginables.

Así, Scorsese plantea que el más doloroso acto de amor que se pueda realizar es despojarse del orgullo, un acto de renuncia como el Jesús en Getsemaní, para que nadie más tenga que morir. Apela al espectador, lo provoca y lo enfrenta al horror de la duda sobre la actitud correcta entre elegir a Dios o proteger lo más preciado para Él que es la vida humana. Ante ello, el espectador no puede salir más que sacudido.
 
 
 
 
  
       

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