Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

No son raras las cintas en la que un hombre, por lo general famoso por sus glorias pasadas en el deporte, se ve obligado a hacerse cargo de una pandilla de fracasados, un grupo de muy limitado talento y habilidad, a cuyos miembros nadie escogería para una gran empresa. De modo que de ahí parte todo, del ninguneo de los demás y de la pésima imagen que los propios personajes tienen de sí mismos

Campeones, del español Javier Fesser, parte de una premisa muy similar. Marco Montes (Javier Gutiérrez) es entrenador asistente en la liga de baloncesto profesional de España, pero su vida personal parece estarse desmoronando y luego de tener un accidente de tránsito en estado de ebriedad es sentenciado a 90 días de servicio comunitario.

La condena lo pone al frente de un equipo de basquetbol integrado por personas con discapacidad intelectual a las que parece imposible enseñarles a jugar juntas. La cinta no oculta su intención de hablar de una manera amable de la inclusión y del respeto a las diferencias, pero lo hace con audacias, sin didactismos y sin sacrificar el humor en el altar de la corrección política, permitiendo a los personajes ser, como lo son miles de personas, exhibir sus prejuicios y llamar “subnormales” y “mongólicos ” a los que evidentemente son los héroes de esta historia.

El gran acierto de la película de Fesser no radica, sin embargo, en la originalidad de la trama , sino en la atinada dirección de este grupo de actores no profesionales, que sí padecen alguna discapacidad en la vida real, así como en el tono antisolemne y ese particular sentido del humor que el realizador sabe imprimirle a temas ásperos, como ya lo había mostrado en aquella inteligente bofetada al Opus Dei llamadaCamino (2008).

Campeones es verdaderamente divertida, gracias a un guion que de manera recurrente alude a las limitaciones mentales y físicas de sus personajes, sin recurrir a chistes lamentables, que consigue ser emotivo sin ser sensiblero y que no hace todas las concesiones que el público esperaría, aunque no eluda enviar un mensaje social sobre os conductores en estado de ebriedad y uno adivine el final feliz.