Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

A un lado las inútiles discusiones sobre la originalidad. Super 8 rescata el espíritu de las grandes cintas fantásticas y de aventuras de los años setenta y ochenta, hace un modesto homenaje a aquel cine que hoy todavía merece reestrenos en televisión y dignifica el oficio de entretener contando historias.

Es 1979 y nos encontramos en el pequeño pueblo acerero de Lillian, Ohio (lugar ficticio nombrado así en honor a la abuela del director), donde un grupo de preadolescentes trabaja en la filmación de una película de zombies para competir en un certamen de películas amateur en formato súper 8. Una noche, mientras filman una escena en la estación del ferrocarril, son testigos de un espectacular descarrilamiento, tras el cual empiezan otros extraños fenómenos.

Aunque el director J.J. Abrams parece forzar un poco la lógica interna, su filme funciona extraordinariamente bien porque combina elementos de las viejas películas de Steven Spielberg: las conspiraciones gubernamentales y el componente extraterrestre de Encuentros cercanos del tercer tipo (1977) y ET (1982), así como el creciente suspenso originado por la amenaza que acecha sin ser vista, pero cuya presencia se advierte en el uso de la cámara subjetiva, como en Tiburón (1975).

Pero lo mejor de la película son sus personajes más jóvenes, la quimica entre ellos y el retrato de la vida suburbial que logran todos juntos, con barrios formados por familias numerosas, padres que subsisten de empleos pobres y a los cuales no les alcanza el tiempo para cuidar que todos sus hijos se encarrilen.

El guion los perfila, les da características que los hacen reales y le regala a cada uno algún momento importante, aunque quizá los mejores quedan reservados a Riley Griffiths, quien interpreta al director y guionista del pequeño proyecto cinematográfico (acaso una suerte de Hitchcock o de Peter Jackson en ciernes), o a Elle Fanning, quien se roba la cinta en una escena del ficticio cortometraje de sus amigos.

Probablemente, el punto más bajo del trabajo de Abrams sea su opción por un desenlace demasiado estudiado y sentimental sin haberle dado al espectador, somo sí lo hacía Spielberg, un gran momento cinematográfico. A pesar de ello, creo que estamos ante una de las cintas más rescatables de este verano estadounidense.