Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Una vez agotada la franquicia de Scary Movie, que hizo del cine de terror estadounidense objeto de burla, dos de los seis (!) guionistas originales, Jason Friedberg y Aaron Seltzer, decidieron que la serie de cuatro cintas no les había dejado suficientes ganancias, así que se lanzaron a hacer sus propias parodias del cine americano.

Con un mínimo de talento y recursos —y también con un elenco cada vez más barato—, ambos produjeron, escribieron y dirigieron No es otra película de amor (Date Movie, 2006), Una loca película épica (Epic Movie, 2007) y Una loca película de Esparta (Meet the Spartans, 2008), tres cintas sin otro elemento en común que la acumulación de gags bochornosos, de pésimo gusto y sin intención.

De compararla con ese cine lamentable, Superhéroes. La película podría salir incluso bien librada. Básicamente, Craig Mazin toma la premisa de Spiderman y elabora, a partir de ella, una comedia ocasionalmente entretenida, pero mayormente floja, muy lejos de una buena parodia o una sátira que arriesgue un poco en el intento de hacer una crítica al género.

Fiel a su origen, la cinta se excede en su uso del humor escátológico. Es cierto que a cambio ofrece dos o tres buenos momentos atribuibles a Leslie Nielsen —a quien la combinación de comedia absurda y física se le da muy bien desde hace unos treinta años—, así como una incisiva y muy clara alusión a Tom Cruise y su errático comportamiento como líder de la Cienciología. Pero con todo, un par de risas —por más genuinas que éstas puedan ser— no hacen una buena película.

Desde ¿Y dónde está el piloto? (Airplane!, 1980) es difícil enumerar filmes realmente dignos de recordarse. Las bromas escatológicas, el homoerotismo y el abuso verbal, que hoy son un recurso corriente en el género, no han superado aún la secuencia en la que Peter Graves, el piloto en la mencionada cinta, comienza a hacerle preguntas impropias a un pequeño que va a visitar la cabina del avión.

Hoy tenemos que conformarnos con cintas como Superhéroes, suficientemente faltas de imaginación para copiar casi escena por escena la trama de una película ya conocida, eliminando cualquier sorpresa, aun cuando introduzca algunos guiños —todos inofensivos— a otros éxitos de veranos pasados. Lo irónico es que aun con el poco material que muestra, esta fallida parodia llega a ser mejor que productos horrendos como Los 4 Fantásticos que, además, se toman demasiado en serio para la pobreza que exhiben.