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Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
El cine del siglo pasado no puede entenderse sin Clint Eastwood, el actor, como el cine de nuestro siglo no podrá entenderse sin Eastwood el director. De El bueno, el malo y el feo a Harry el sucio, de Los imperdonables a Río Místico y Million Dollar Baby el hombre es simplemente historia.
A sus casi 79 años, después del díptico sobre el episodio histórico de la batalla de Iwo Jima, Eastwood ha logrado un filme sólido, estupendamente ambientado y trabajado a nivel actoral, construido sobre un guion que miente sobre su propia predictibilidad.
Inspirada en un hecho real, la historia sucede en 1928. Christine Collins (Angelina Jolie), madre soltera y empleada de una compañía telefónica, deja solo a su hijo una tarde mientras trabaja. Al volver a casa, el niño no aparece; durante cinco meses nada se sabe de él. Frente a críticas y cuestionamientos, la Policía de Los Ángeles logra anotarse un triunfo público al anunciar su localización en Illinois; con la prensa y los fotógrafos preparados para el reencuentro, Christine es colocada en una situación penosa pues el niño devuelto a su custodia no es su hijo.
El drama femenino, su historia de entereza, da un salto. El sustituto se convierte en un duro thriller político y policiaco, casi inverosímil, que golpea las vísceras, mediante escenas en las que se ve a la policía torturar a una mujer hasta hacerla admitir que el niño que le han entregado es su hijo —por más que mida cuatro pulgadas menos— y que no son ellos quienes se han equivocado. Director y guionista realizan un eficiente manejo de las subtramas e insertan personajes que pesan en el desarrollo. Sin sofisticaciones ni poderosa psicología construyen la personalidad de un asesino serial que perturba justamente a partir de los detalles invisibles de su carácter, pero sin rehuir tampoco a cierta crudeza.
Alrededor del personaje de Jolie —permanentemente en el centro—, Eastwood asigna roles fundamentales a pequeñas intervenciones. John Malkovich, en su modesta interpretación del reverendo Gustav Briegleb, pastor de la Iglesia Presbiteriana, aparece apenas unos minutos, pero se erige al lado de Christine Collins en el más férreo opositor de la corrupción de las autoridades, asumiendo un papel más activo como hombre político que como hombre religioso.
Junto con él, Amy Ryan luce como una de las no pocas mujeres víctimas de un Departamento de Policía que no tolera que se le avergüence, mientras Michael Kelly hace lo propio como el detective de oídos abiertos que da con el rastro de una larga lista de menores desaparecidos.
En otras manos, la historia podría haberse quedado en el nivel de un melodrama vulgar, de momentos y efectos deseados, pero bajo el control de Mr. Eastwood, este trabajo ha encontrado equilibrio; un drama conducido sin sentimentalismos, pero con una emotividad que debe mucho a la partitura musical que él mismo ha compuesto y que no pierde de vista las contradicciones que se propone reflejar. |
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