SWEENEY TODD

DIRECCIÓN: Tim Burton
TÍTULO ORIGINAL: Sweeney Todd, the Demon Barber of Fleet Street (2007)
PAÍS: Estados Unidos, Reino Unido
GUION: John Logan; basado en el musical de Stephen Sondheim y Hugh Wheeler
FOTOGRAFÍA: Dariusz Wolski
MÚSICA: Stephen Sondheim
DURACIÓN: 116 minutos

 
       

Héctor Campio López| @campiolopez

Sweeney Todd es un barbero desventurado, con la cara pálida y peinado de la novia de Frankenstein. Está resentido porque le arrebataron injustamente al amor de su vida y lo desterraron por un crimen que no cometió. Sin perdón ni olvido para los que se la hicieron, Todd acaba de regresar a Londres para cobrar venganza.

Tal es la trama de Sweeney Todd, el barbero demoniaco de la Calle Fleet (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, 2007), película donde Tim Burton vuelve a hacer mancuerna con el actor Johnny Depp. Fiel a su estilo, el director toma en sus manos un tema macabro y le da uno de sus tratamientos estilísticos que, lamentablemente, esta ocasión da como resultado un producto débil, anquilosado y tristón.

Quizás es mi impresión, pero noto a un Tim Burton estancado que ha dejado de correr riesgos en favor de las viejas fórmulas que lo dieron a conocer hace veinte años.

En este caso, el autor de El extraño mundo de Jack (1993) realiza la adaptación de una comedia musical de Broadway —autoría de Stephen Sondheim—, cuya monotonía melódica crea la sensación de una película demasiado larga; que por su falta de innovación no resiste la comparación con otras cintas del género musical y que, con todo y sus personajes mórbidos y escenarios sombríos, carece de todo efecto tétrico.

Confieso que no he visto el musical en el teatro y que seguramente no lo haré. Pero los temas cantados aquí por Johnny Depp y Helena Bonham Carter, quien también figura como protagonista, carecen de energía y actitud. Sus personajes son dos asesinos de los cuales podría esperarse algo más que miradas ojerosas y tonadillas sentimentales (uno de ellos tasajea la garganta a sus clientes mientras el otro hace pastelitos con sus cadáveres).

La ambientación de un Londres sórdido y gris, así como las caracterizaciones de personajes que parecen ocultar más de lo que muestran, hacen de la película algo visualmente atractivo, pero es la pachorra musical la que acaba con todo dejo de diversión.

Algo más. ¿Qué habría que premiarle a Johnny Deep, quien está nominado al Oscar por este papel? ¿El hecho de que cante como tantos otros actores lo han hecho en los años recientes? ¿Lo guapo que es, aunque nunca sonría y lo maquillen como zombie? ¿O que su actuación sea un híbrido de Ed Wood y El joven manos de tijera?

Si Tim Burton hubiese filmado esta cinta de horror musical mucho antes de la racha de producciones en la que descuellan Moulin Rouge, Chicago o Bailando en la oscuridad, con seguridad hubiese sido un hito. Pero ahora, sin nada novedoso que aportar al género más que su habitual estética de Halloween, deja a la posteridad una película prescindible.

 
 
 
 

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