T2 TRAINSPOTTING: LA VIDA EN EL ABISMO

DIRECCIÓN: Danny Boyle
TÍTULO ORIGINAL: Total Recall (2012)
PAÍS: Reino Unido
GUION: John Hodge; basado en la novela de Irvine Welsh
FOTOGRAFÍA: Anthony Dod Mantle
MÚSICA: Piezas de Iggy Pop, Blondie, Queen, Wolf Alice y otros
DURACIÓN: 117 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga| @jcromero

Veinte años después hemos decidido volver a Edimburgo. Nosotros, el director Danny Boyle y los cuatro protagonistas de aquella cinta icónica de 1996, Renton (Ewan McGregor), Simon (Jonny Lee Miller), Begbie (Robert Carlyle) y Spud (Ewen Bremner), la mayoría de los cuales ha dejado su individualismo desafiante a una sociedad que los repudiaba y marginaba con la frase “Choose Life”, como una forma de acomodarse, de integrarse y vivir una vida aburrida en el lado correcto: el que se opone a las drogas y al aborto.

En T2 Trainspotting: La vida en el abismo los personajes han cambiado; ninguno añora los incontables días perdidos por los efectos de la heroína y acaso han logrado sustituirla por algo que los consume a menor velocidad. Todos siguen ambicionando, pero ya no tienen la energía de antes; si hace dos décadas no guardaban esperanza ante el futuro, hoy ese futuro ya los alcanzó.

La cinta está llena de recuerdos, pero más que nostalgia por lo que dejaron atrás hay un apabullante desencanto. Aquellos tiempos no fueron mejores porque, además, aquella rebeldía de juventud, ese “elijo no elegir la vida” no sirvió de nada, dejándolos al margen de cualquier viso de genuina felicidad.

De hecho el momento más inspirado de esta cinta muestra ese deseo que comparten muchos de vivir en el pasado, esa obsesión de ser “turistas de su propia juventud”, lo cual aprovechan Renton y Simon para robar a un montón de seres anclados en el pasado que celebran viejas glorias y batallas que ni siquiera pelearon.

Sin embargo, no es la única secuencia inspirada de este filme. Danny Boyle y su guionista actualizan aquel breve monólogo de “Choose Life” para referirse a las nuevas farsas que hacen sentir a la gente más cerca de la felicidad, como actualizar su perfil de Facebook, Twitter, Snapchat e Instagram, contarle al mundo lo que desayunaron y rogar para que a alguien en algún lugar le interese, reduciendo cualquier interacción humana a frases dejadas en la red para la lectura de otros, los cuales frecuentemente son unos desconocidos.

Quizá el personaje más entrañable de esta secuela sea Spud, el único integrante de este cuarteto que no ha conseguido desengancharse de su adicción, que se ha gastado hasta el último centavo en agujas y heroína y que ha intentado el suicidio. Marcado profundamente en lo emocional, es el único que logra hacer algo más que revolcarse en la miseria pasada para explicarle a otros qué fue eso qué vivimos en 1996, pero que también, de alguna manera y a otro nivel, que T2 Trainspotting es valiosa como pieza única, lejos de destruir el legado de su predecesora.

 
 
 
 
  

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