TODA UNA VIDA

DIRECCIÓN: Mike Leigh
TÍTULO ORIGINAL: Another Year (2010)
PAÍS: Reino Unido
GUION: Mike Leigh
FOTOGRAFÍA: Dick Pope
MÚSICA: Gary Yershon
DURACIÓN: 129 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

De la misma manera en que La dulce vida (2008) se proponía ser una película contra la miseria humana, al plantear que la felicidad es en el fondo una elección, la nueva cinta de Mike Leigh mira al otro lado de la calle para ofrecernos un tristísimo retrato de soledades, que contrastan con la sencilla felicidad de dos personas, eje de esta historia.

Tom (Jim Broadbent) y su esposa Gerri (Ruth Sheen) parecen ser los únicos a quienes la desdicha no ha podido arrebatarles la tranquilidad. Ella es terapeuta y se enfrenta día tras día al desencanto de pacientes que sólo desean adormecerse para no sentir; él es un técnico geólogo que estudia la firmeza de los suelos de construcción. Se trata de una pareja ejemplar, aunque conforme avanzan los minutos va quedando claro que ambos han construido ese entorno y que han aprendido a sortear los problemas, tanto como sus viejos amigos han decidido hundirse en la desdicha.

El relato no abandona el optimismo que Leigh puso en su anterior trabajo, el reconocimiento de que hay un lado luminoso de la vida por el cual es elegible caminar. Sin embargo, la mirada triste del director puede advertirse en cada uno de los seres humanos que retrata, entrañables y profundamente perdidos. Así, la casa de Tom y Gerri ve pasar a amigos como Ken (Peter Wight), el otrora joven atractivo convertido en un hombre obeso, solo y derrotado, al mismo tiempo que se abre para Ronney (David Bradley), el ausente viudo que se abraza a los monosílabos como forma de comunicación mientras parece empeñado en dejar de formar parte del mundo.

Sin embargo, el director nos permite ver la evolución/degradación, a lo largo de un año, de un personaje único: Mary (Lesley Manville), amiga de trabajo de Gerri, quien cerca de los sesenta años no ha aprendido a estar sola y, desesperada por no hallar a un hombre, se cuenta historias falsas en las que pretende ser un espíritu libre. Manville logra de verdad una actuación sobrecogedora como una mujer que no ha terminado de madurar, miserable con fachada amistosa e incapaz de hacerse responsable de conducir su vida o un simple auto.

Mary y otros como ella que entran y salen de la historia conforman un retrato angustioso de la soledad; acuden a los amigos no en busca de comprensión y crecimiento, sino de razones para autoconmiserarse por sus malas decisiones, obstinados —como se ve en la última escena de la cinta— en quedarse en el lado equivocado de la mesa, con los solos.

 
 
 
 
  

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