TODO INCLUIDO

DIRECCIÓN: Rodrigo Ortúzar Lynch
TÍTULO ORIGINAL: All inclusive (2008)
PAÍS: México, Chile
GUION: Paula del Fierro, Julio Rojas
FOTOGRAFIA: Juan Carlos Bustamante
MÚSICA: Mauricio Dell
DURACIÓN: 95 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Todo incluido (All inclusive, 2008) es la historia de una familia disfuncional que decide tomarse lo que parece serán sus últimas vacaciones juntos en un resort de la riviera maya. Lo primero y más importante que uno espera es que el guion rehuya a los personajes estereotipados para profundizar quizás en la circunstancia personal de uno o dos de ellos, lo cual no sucede.

Al limitarse a la fórmula conocida, el final de la cinta aparece telegrafiado desde los primeros dos minutos: el viaje les servirá a todos para conocer más de sí mismos y volver unidos a casa. Y si bien existen tramos en que la idea base fluye sin mucho problema (esto es cuando los personajes se dividen y se les permite mostrarse por separado), también es cierto, como advierten algunas críticas, que el espectador va casi siempre cinco minutos adelante en la trama, por lo que puede anticipar cualquier cosa que vaya a suceder.

No hay, pues, ninguna sorpresa, ni siquiera cuando la trama pretende ser audaz y uno de los personajes (probablemente el mejor estructurado y actuado) sale del clóset durante una buena borrachera. La verdad es que lo único que puede distinguirse es un grupo de clasemedieros mortalmente aburridos, ligados por un lazo consanguíneo que nos les impide caerse mal entre sí.

Genuinamente esforzados por hacer un buen trabajo, actores como Jesús Ochoa o Ana Serradilla se encuentran con un guion flojísimo y un director que no termina por decirnos cuál es exactamente el conflicto que intenta mostrarnos, aunque luego intente tomarnos el pelo convenciéndonos de que lo que tenemos enfrente es un conflicto por falta de comunicación. Martha Higareda, quien encabeza el reparto, interpreta por enésima vez el único personaje que viene haciendo desde hace años. Sea por falta de capacidad o porque no genera confianza en los realizadores, su limitado repertorio resulta ya cansado, incluida la obigada escena en que aparece en ropa interior.

Todo incluido tiene como su mayor pretensión vender un supuesto simil entre los problemas que afronta la familia y el huracán que en ese momento golpea las costas del lugar donde vacacionan. La supuesta olla de presión que debería explotar cuando los relámpagos cruzan el cielo y ellos se reprochan, no resultan ser sino un par de estériles arranques temperamentales, una confesión intrascendente de un adolescente y un artificial megadrama rematado con una frase apenas digna de telenovela ("¿Por qué nos callamos lo que más nos duele?").

No aparece por ningún lado el elemento catártico; la discusión entre ellos no tiene la fuerza para pretender que lo que se dicen unos y otros puede reparar una relación rota de tiempo atrás. El director simplemente no logra que los personajes ni su conflicto parezcan reales, tanto que su final parece una fotografía posada para una campaña de los grupos en favor de la familia.

 
 
 
 
 
       

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