Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Es francamente difícil ver Los tuyos, los míos y los nuestros y salir del cine sin decir una sola palabra. Predecible hasta el extremo, poseedora del humor más elemental y ramplón del cine familiar, esta película tiene la temible cualidad de volver cualquier situación cotidiana algo totalmente inverosímil.
En la historia, Dennis Quaid hace el papel de Frank Beardsley, un marine viudo, padre de ocho hijos, que logra reencontrarse luego de muchos años con Helen North (Rene Russo), su novia del bachillerato. Ella se dedica al diseño y vende bolsos para Saks de la Quinta Avenida, también es viuda y tiene 10 hijos.
La falta de habilidad para narrar del director Raja Gosnell, nos lleva a que en menos de dos minutos seamos testigos del reencuentro y la boda de ambos, abreviando detalles inútiles sobre cómo los personajes toman esas decisiones, sobre todo después de no verse durante 20 años. Todo, para dar paso al "verdadero entretenimiento": la rivalidad de las dos familias y la guerra entre unos y otros.
Aunque se supone que esta cinta es un remake de una película de 1968, lo que uno ve a continuación no es más que una sucesión de gags usados en Más barato por docena (la versión de 2003, dirigida por Shawn Levy), sólo que mal hechos y protagonizados por 18 y no por 12 personas.
El humor, tal como parece entenderlo Gosnell —realizador de cintas del calibre de Mi pobre angelito 3, Scooby Doo y Mi abuela es un peligro— es darle a los 18 niños una manguera, muchos botes de pintura y almohadas de plumas, de modo que los baños de sustancias extrañas y los resbalones en vómito se convierten en el sostén de toda la película.
Previsible desde el comienzo, los intentos de los hijos por separar a las familias terminará siendo todo lo contrario, pero ese no es el problema. Lo cierto es que ni el guion ni la dirección ponen orden. Durante lapsos enteros, todo se vuelve un frenesí de destrucción; la mayoría de los niños más pequeños sirven más como escenografía que como actores, lo cual, hay que reconocerlo, no le sucedía a Shawn Levy en Más barato por docena.
Pero los mayores no se salvan; su razonamiento es pueril en el nivel más bajo, mientras que el final no podía ser más cursi y artificioso.
Para quienes posean un poco de cultura televisiva, no les costará ningún trabajo recordar una serie televisiva llamada Paso a paso (Step by step), protagonizada por Patrick Duffy y Suzanne Somers -la cual estuvo siete años en pantalla, de 1991 a 1998-, que tenía una línea argumental similar a la de esta película: los Lambert y los Foster, enfrentados bajo el mismo techo por el matrimonio entre sus padres.
La diferencia entre ambos productos está en el trabajo de guion. En el show de televisión entendieron medianamente que la gracia no se agota en poner a una chusma haciendo slapstick comedy, sino en darle a cada uno de sus personajes una razón de existir en la trama, aunque por momentos unos se vean opacados por requerimientos de la historia. Por si fuera poco, los conflictos o los antagonismos no se resolvían por obra de magia, sino que eran parte de una vida "normal" en esas circunstancias particulares.
Más de la mitad de los personajes de Los tuyos, los míos y los nuestros son objetos huecos, sin emociones identificables. Pasan del odio al amor de manera pasmosa, pero aparentemente todo lo hacen con buenas intenciones. Como ya dije, Paso a paso tuvo siete temporadas al aire... esta cinta no da ni para hora y media. |