LA ÚLTIMA TENTACIÓN DE CRISTO

DIRECCIÓN: Martin Scorsese
TÍTULO ORIGINAL: The Last Temptation of Christ (1988)
PAÍS: Estados Unidos, Canadá
GUION: Paul Schrader, basado en la novela homónima de Nikos Kazantzakis
FOTOGRAFÍA: Michael Ballhaus
MÚSICA: Peter Gabriel
DURACIÓN: 164 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

En 1997, un grupo de ciudadanos chilenos que se arrogaban la representación de Jesucristo, lograron en tribunales que se censurara la exhibición de La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese. La prohibición de la película se basaba en la supuesta defensa del derecho al honor y la reputación del hijo de Dios, además que afectaba a los creyentes y demás personas que lo consideran su modelo de vida.

En aquella cinta, Scorsese asumió el riesgo de romper con la simple recreación de los episodios bíblicos sobre la vida de Jesús y adaptar la formidable novela de Nikos Kazantzakis, quien recuerda haber terminado de escribir las últimas páginas, bañado en lágrimas, convencido de que aquella acción realizada por Jesús hace poco menos de dos mil años era "la confesión de todos los hombres que luchan". Kazantzakis decía que nos encontramos solos en el mundo, y luchamos, que Cristo sacrificó las pequeñas y las grandes alegrías del hombre y que es ese elemento, el verlo luchar como nosotros, lo que hace que su sufrimiento tan profundamente humano y familiar.

En esta historia, Jesús (Willem Dafoe) quiere que Dios lo odie, lucha contra él y hace cruces para que Dios lo aborrezca, desista de lo que le ha pedido y busque a alguien más para llevar a cabo su plan para salvar a la humanidad. Ha sido escogido, pero él se siente un farsante: no roba, no mata, pero no es porque no lo desee, sino porque no tiene valor; todas sus virtudes son hijas del miedo.

El inicio de su ministerio está lleno de confusión, pues muchos están deseosos de pelear contra la ocupación de los romanos. Judas mismo (Harvey Keitel) es reclutado de entre los movimientos sediciosos y decide seguir a Jesús, sólo porque piensa que al llegar a Jerusalén estallará la revolución. Su mensaje no sólo no es comprendido por muchos, sino que Satanás va tendiéndole asechanzas, la promesa de una familia, riquezas, poder. No sin errores, no sin angustia, no sin dudas ("qué arrogancia pensar que puedes salvar al mundo", le tienta el Diablo), Jesús llega al Gólgota y es clavado en la cruz, donde piensa que todo ha terminado.

Un ángel aparece ante él para decirle que su misión se ha cumplido, que su sufrimiento ha sido ya bastante. Si quiere, puede bajar de la cruz y empezar otra vez desde ahí; una vida apacible y dichosa para amar y cuidar de una mujer y tener una familia. Esa es la última tentación que durante los instantes finales se despliega ante los ojos desfallecientes Jesús.

La película de Scorsese es probablemente la que mejor responde de qué manera salvó Cristo a la humanidad y dónde estuvo la grandeza de su gesto. Jesús pudo haber fracasado; Dios no podía violar el libre albedrío otorgado a todos y cada uno de los individuos y su hijo, en ese momento era un hombre sobre la Tierra. Jesús debía elegir enfrentar solo lo que venía y renunciar voluntariamente a la protección divina.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos corrigió el fallo que prohibía la exhibición La última tentación de Cristo en Chile trece años después de la fecha que se había planeado para su estreno. Para los jueces, en el fondo había una discusión sobre la relación estrecha entre la libertad de pensamiento y de expresión con las libertades de conciencia y de religión. Cambiar o abandonar las creencias suele ser un proceso complejo y prolongado que incluye búsquedas y pero para ello es vital el poder recibir y buscar información, el acceso a todas las ideas y la oportunidad de valerse de ellas para mantener una creencia, para cambiarla, combatirla o disputarla con otros.  La real construcción de una fe sólida.

 
 
 
 
       

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