EL ÚLTIMO CAMINO

DIRECCIÓN: John Hillcoat
TÍTULO ORIGINAL: The Road (2009)
PAÍS: Estados Unidos
GUION: Joe Penhall; basado en la novela de Cormac McCarthy
FOTOGRAFÍA: Javier Aguirresarobe
MÚSICA: Nick Cave, Warren Ellis
DURACIÓN: 111 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Y cuando todo se haya ido a la mierda siempre quedará un hombre íntegro que, sin importar su propia desesperación, intente hacer lo correcto. Inspirada por la novela de Cormac McCarthy, El último camino se ubica en un futuro alejado de la utopía, en un mundo posterior a una gran catástrofe global en el que todo está muriendo sin remedio y en el que todo cuestionamiento sobre la responsabilidad del hombre en ese panorama desolador ha dejado de importar.

Un hombre (Viggo Mortensen) y su hijo (Kodi Smit-McPhee) caminan en medio de la ruina en busca de restos de comida y un lugar donde abrigarse y protegerse de otros sobrevivientes que han empezado a subsistir de la cacería y consumo de humanos, todo esto ilustrado de una manera directa y descarnada por el director John Hillcoat.

El escenario totalmente pintado de gris y ceniza, los paisajes moribundos del español Javier Aguirresarobe y los numerosos secundarios envilecidos por el hambre, conforman una pieza deprimente, irrespirable, pero de una gran intensidad expresiva que versa acerca de la imposibilidad de mantener la humanidad donde no la hay y el conservar intacta la conciencia como testimonio de que nuestro siglo no se sumió por completo en la desesperanza y la barbarie.

A través de los ojos del padre, la novela y la cinta cuentan una historia de horror sobre alguien que ha perdido la fe en los hombres, a los cuales ha visto denigrarse hasta transformarse en animales. El hombre es testigo de cómo el fuego interno que le inculca a su hijo se ha ido extinguiendo paulatinamente desde que vio a su propia esposa (Charlize Theron) darse por vencida y eligir el suicidio antes que vivir muriendo todos los días al lado de su familia.

El pequeño evita constantemente que el padre caiga al precipicio; a través de esa mirada inexperta, pero no completamente ingenua, es posible advertir muchas pequeñas maravillas que pese a todo van presentándosele en un mundo devastado, como la escena de la lata de Coca Cola o la breve aparición de un pequeño perro vivo.

Incluso el discurso inicial en el que el hombre pone en duda la existencia de Dios, marcando el tono desesperanzado del relato (lo que lo hace llevar consigo una pistola y dos balas para cuando llegue el momento), se transforma en la frase más brillante de una entrañable fábula moral que, sin atenuar su dureza ni caer en el melodrama fácil, reivindica la convicción de estar del lado de los buenos en un mundo que se fue a la mierda: "Si yo fuera Dios, crearía este mismo mundo porque así podría tenerte a ti".

Quién diría que ésta es una gran historia de amor... Y lo es.

 
 
 
 
  

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