Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
El último exorcismo es un nuevo intento por aproximarse al género del terror a través del falso documental, una cinta que intenta ganar en realismo a partir del recurso de la cámara al hombro, partiendo de la negación a priori de que los eventos sobrenaturales o inexplicables de los que somos espectadores están relacionados con un fenómeno de posesión.
La historia se desarrolla en Louisiana, donde el cristianismo puritano convive y se mezcla con superstición. Cotton Marcus (Patrick Fabian) es un predicador desencantado por la credulidad de la comunidad a la que pastorea, pero también convencido de que a veces sólo es mejor seguirle el juego a los creyentes para lograr su bienestar, así que accede a ser seguido por una cámara y mostrar que la simple representación de un exorcismo puede sanar a una persona.
Deudora de trabajos como El Proyecto de la bruja de Blair o Actividad paranormal, de las cuales copia abiertamente varios elementos, la historia se traslada a una granja familiar donde Nell (Ashley Bell), una chica inocente de 16 años, parece enfrentar una posesión creada por un desorden psicológico.
Sin la asistencia de un gran departamento de efectos especiales, Daniel Stamm consigue cambiar el tono y crear un entorno más angustioso y opresivo, sembrando la idea de algo elusivo e inexplicable. La trama se torna más ambigua y las competentes actuaciones de Patrick Fabian y Ashley Bell logran ocultar numerosas inconsistencias en el guion, manteniendo el interés en el relato.
Sin embargo, el Diablo parece haberlo dado todo ya en su vertiente fílmica, pues luce desdibujado, al grado de no tener nada más que ofrecer en su bolsa de trucos y limitado a complicados actos de contorsionismo. Al llegar a su tramo final el trabajo se desbarranca y se precipita a toda velocidad a un desenlace ridículo, efectista y totalmente inconsistente con todo lo planteado como premisa.
La economía de recursos no es un factor que tenga relevancia durante la mayor parte del filme. Lo decepcionante es la ausencia de imaginación para resolver una historia que merecía algo menos pobre. |