EL VIAJE DE TEO

DIRECCIÓN: Walter Doehner
TÍTULO ORIGINAL: El viaje de Teo (2008)
PAÍS: México
GUION: Walter Doehner, Leo Eduardo Mendoza, Silvana Zuanetti
FOTOGRAFÍA: Guillermo Granillo
MÚSICA: Ricardo Martín
DURACIÓN: 99 minutos

 
 
 
 
   
 
 

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

La comparación es inevitable. El viaje de Teo, como La misma luna (Patricia Riggen, 2007) aborda el tema de los niños frente al fenómeno de la migración. En ambos casos, su protagonista es un pequeño acostumbrado a vivir bajo el cuidado de un padre o una madre sustitutos y empujado por las circunstancias a cruzar la frontera y refugiarse en la bondad de los extraños.

La cinta de Walter Doehner presenta una situación menos idealizada y pinta un cuadro mucho más creíble. Teo (Erick Cañete), el protagonista de esta historia, llega hasta Nogales, Sonora, con su padre (Damián Alcázar), pero al intentar cruzar como parte de un grupo de ilegales a Arizona, ambos son víctimas de bajadores que los asaltan y los llevan a separarse.

El niño se ve obligado a refugiarse con una familia que vive a pocos metros del muro fronterizo y a dejarse ayudar por el hijo mayor de ésta, un gordito llamado Chuy (Andrés Márquez), quien tiene que trabajar de ayudante de polleros para llevarle algo de dinero a su mamá. Pese a su muy capaz cuadro de actores, extrañamente el trabajo no logra emocionar, no existe una identificación con los personajes, justamente porque hacen todo lo que uno espera de ellos (¿no es eso lo que se llama un cliché?).

Con todo y que continuamente aparecen nuevos rostros en distintos roles, la cinta se vuelve redundante y el relato parece no avanzar.

En el camino, se puede suponer que Teo irá sumando gente buena, encontrando la mano de paisanos desmedidamente generosos que sacrifiquen su sueño americano por él. Justo por eso, cuando es tan claro que en las películas de este corte la inocencia de los niños siempre es resguardada hasta el final, el dramatismo que intenta imprimírsele con largas secuencias en el desierto deja de guardar cualquier sorpresa.

La problemática migrante representada en El Viaje de Teo es más que nada la dificultad de cruzar al otro lado, pero profundiza poco en las razones del viaje, en el endurecimiento en la frontera que ha limitado más el paso de ilegales o las complicaciones de la vida como indocumentado en Estados Unidos.

A final de cuentas, el guion no logra darle dimensión a su protagonista. Con dos o tres pinceladas sabemos que el gordito Chuy no va a la escuela y le miente a su madre, que su padrino es un ojete y además es el papá de su hermanita; es fácil simpatizar con él y con su determinación, aunque no sueñe con pasar la línea fronteriza. Pero de Teo terminamos sabiendo muy poco, excepto que es el único al que todo le irá bien.

 

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