VICKY CRISTINA BARCELONA

DIRECCIÓN: Woody Allen
TÍTULO ORIGINAL: Vicky Cristina Barcelona (2008)
PAÍS: España, Estados Unidos
GUION: Woody Allen
FOTOGRAFÍA: Javier Aguirresarobe
MÚSICA: Giulia y Los Tellarini, Biel Ballester Trio, Paco de Lucía y otros
DURACIÓN: 96 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Al contrario de aquellos que crecieron con las baladronadas de briago de José Alfredo Jiménez, yo tengo que reconocer que buena parte de mi educación sentimental se la debo a Woody Allen. Vi Hanna y sus hermanas y Annie Hall cuando era apenas un niño y en ellas comencé a descubrí que el amor es maravilloso, pero puede llegar a ser una pesadilla. Mi fe en ello quedó renovada el pasado fin de semana, con Vicky Cristina Barcelona, una de las más incisivas comedias de Allen sobre la arrogancia imbécil de pensar el amor y la vida como algo que se puede incluir en un memorándum.

Las protagonistas de su historia Vicky (Rebecca Hall) y Cristina (Scarlett Johansson) son dos chicas estadounidenses que viajan a Barcelona para pasar el verano. La primera tiene una maestría en Identidad Catalana, es joven, está comprometida y asume que su seguridad presente y su no tomar riesgos es un proyecto de vida. Su amiga, en cambio, es mucho más impulsiva y desinhibida; vive en un estado de "insatisfacción crónica" y lejos de saber lo que quiere, experimenta todo.

Luego de visitar una exposición de arte, ambas conocen a Juan Antonio (Javier Bardem), un pintor que sin rodeos les propone llevarlas a la cama después de mostrarles el arte, la comida y el vino de Oviedo. Por supuesto, la relación supone una ruptura de esquemas en cada una de ellas, pero no están todos los elementos puestos. Juan Antonio sigue manteniendo cierta relación con su ex esposa María Elena (Penélope Cruz), una artista temperamental a la que todavía ama y con quien ha intentado romper varias veces para no terminar matándose uno al otro.

El filme es ciertamente una mirada profunda y llena de humor a la neurosis femenina, pero es despiadadadamente irónico con las imposturas intelectualoides de la mujer encantadora que aparenta a toda costa estar vacunada contra la incertidumbre de las relaciones humanas y que desea ser vista en el caos como el único espíritu asentado. El suyo es el verdadero drama de esta historia, porque nada hay más angustioso que descubrir que el abandono al sexo tierno y amoroso de una tarde se parece más a la felicidad que el tener un itinerario para la vida.

La confusión, parece decir el director, es el denominador de nuestra generación y no se le puede enfrentar pretendiendo que uno tiene las respuestas. El descubrimiento de que no amas a alguien o que tus sentimientos cambiaron obliga a casi todos a hacer algo. Algunos de ellos toman esa oportunidad, pero lo más curioso es que sin excepción, tanto quienes se conforman como quienes inician una nueva búsqueda, parecen estar cometiendo una locura.

En lo personal prefiero esa visión pesimista y agridulce del amor que el gusto a cerveza y orines que me evocan las canciones lloronas de cantina.

 
 
 
 
 
       

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