VOY A EXPLOTAR

DIRECCIÓN: Gerardo Naranjo
TÍTULO ORIGINAL: Voy a explotar (2008)
PAÍS: México, Estados Unidos
GUION: Voy a explotar (2008)
FOTOGRAFIA: Tobias Datum
MÚSICA: Pedro 'Zulu' González
DURACIÓN: 106 minutos

 
       

Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

Me resulta difícil establecer qué generó tal entusiasmo entre el jurado de la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara respecto a Voy a explotar, de Gerardo Naranjo, a la cual incluso se le otorgó un premio como Mejor Ópera Prima Iberoamericana, pese a que se trata del tercer largometraje de este director.

La película es una historia de amor un poco demasiado fatalista entre dos adolescentes rebeldes, ciertamente criados por padres incapaces, pero fundamentalmente aburridos y sin causa en la vida. En realidad, la trama involuciona hasta volverse predecible, perder su irreverencia y frescura inicial y tornarse incluso un poco cansina, sobre todo porque los diálogos se vuelven "filosofía adolescente", llena de naderías.

Román (Juan Pablo de Santiago), el impertinente hijo de un diputado, expulsado de media docena de escuelas, conoce incidentalmente a Maru (María Deschamps) una chica que empieza a tomarle gusto a eso de desafiar a la autoridad. Un buen día ambos deciden llevar su inconformismo a otro nivel y deciden escaparse para vivir en un lugar donde nadie pueda encontrarlos; es decir, la azotea de la casa de él, donde todo está a la mano.

Hacia la mitad del filme la trama comienza a volverse reiterativa, los sueños de fuga de los jóvenes amantes nunca parecen ser reales y ambos entran en una espiral de transgresión estéril sino es que simplemente autodestructiva. SIn embargo, hay una escena que me hace pensar que detrás de la película de Naranjo hay una crítica válida; en ella, Román mira y hace un gesto de disgusto ante la primera plana de un periódico en la que se ve la toma de la tribuna de la Cámara de Diputados, en 2006, y la imagen del diputado perredista Víctor Varela mientras es jalado y derribado desde lo alto.

Román y Maru son de alguna manera una alegoria de la mal llamada izquierda mexicana, supuestamente contestataria y libre, pero que finalmente no deja de mamar de los recursos que la odiada derecha tenga a bien destinarles para sus revoluciones de azotea. Voy a explotar exhibe —al menos así quiero pensarlo— lo cómodo que resulta ser en este país lo mismo un militante de izquierda que un simpatizante de causas indígenas en la Ciudad de México; no hace falta hacer nada, ni siquiera es requisito estar comprometido con las ideas. Todo se reduce a parecer para tener aseguradas las cervezas, el tequila, ropa limpia y en una de esas desvirgar a una jovencita impresionable con las revoluciones de saliva. Claro está, que el infantilismo de estos seres siempre tiene consecuencias: se terminan dando un balazo en el pie o llevándose inocentes entre las patas.

El problema es el tremendismo romántico del final cuando en realidad todo parece una pose de dos personas que no saben nada. Vaya, ni siquiera saben de qué huyen.

 
 
 
 
       

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