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X-MEN 3: LA BATALLA FINAL

DIRECCIÓN: Brett Ratner
TÍTULO ORIGINAL: X-Men: The Last Stand (2006)
PAÍS: Estados Unidos, Canadá, Reino Unido
GUION: Zak Penn, Simon Kinberg
FOTOGRAFIA: Dante Spinotti
MÚSICA: John Powell
DURACIÓN: 104 minutos

 
       

Héctor Campio López | @campiolopez

Que sea Brett Ratner y no Brian Singer el director de X-Men 3, responde fácilmente por qué esta película es distinta a las dos anteriores. La comparación es inevitable.

En una entrevista anexa a la película X-Men 2, Singer decía que en una secuela el público espera ver siempre lo mismo, pero diferente; un axioma cinematográfico al que Brett Ratner parece haber hecho poco caso.

A seis años de la primera película de la serie, no sólo hacen diferencia las edades de los actores, sino el nuevo director, los guionistas y el argumento. X-Men 3 se sostiene ya débilmente en conflictos como la exclusión y el derecho de una comunidad a ser diferente en una sociedad racista. El discurso social es mucho más liviano que en las dos películas anteriores y la prioridad está en una producción con efectos especiales que a fuerza de la repetición, dejan de sorprender.

Los personajes conservan algunos rasgos de carácter: Wolverine (Hugh Jackman) sigue siendo un hombre-perro, Rouge (Anna Paquin) una inadaptada, Magneto (Ian McKellen) un villano calculador. Sin embargo, algo ocurre, comienzan a comportarse como si fueran dibujos animados, usando sus poderes a la menor provocación y luchando entre sí hasta que la película se convierte en una fiesta de pirotecnia, demolición y tornados de destrucción. Hay además una inmensa galería de engendros punk con destrezas anormales.

Los fans del cómic reconocerán en el argumento la resurrección de un personaje y su transformación. La doctora Jean Grey (Famke Janssen) regresa como Fénix, un mutante con poderes inestables que cuando se enoja se le botan las venas y se vuelve horrible como la llorona. Fénix es causa de destrucciones que van más allá del set: hace explotar en astillas a dos personajes estelares.

Pero mientras unos mutantes van a la tumba, otros llegan. Y aunque la aparición de nuevos personajes es siempre ocasión de expectativa, en esta ocasión el Ángel, Coloso y la Bestia, resultan figuras intrascendentes de las que apenas conocemos el nombre (el último es un burócrata del gobierno de Estados Unidos, pero es improbable que se trate de una metáfora).

La intensidad de los sentimientos, tan lograda en las dos películas anteriores de la serie, se aprecian con dificultad (incluso la orfandad de los héroes, que los entristece un par de escenas antes de otra secuencia de pelea). Los enamoramientos se manifiestan en uno que otro requiebro visual, pero después también se olvidan. Y oh, tristeza, ocurre algo parecido con los gags cómicos. El más gracioso es tal vez una patada que Wolverine acomoda en las partes blandas a otro mutante.

X-Men 3: la batalla final es una película para fans. Serán ellos los que se regocijen con los excesos que vengan en una cuarta parte, sugerida en la última escena de esta película.

 
 
 
 
       

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