Juan Carlos Romero Puga | @jcromero
Will Ferrell tiene un innegable instinto para la comedia. Suele ser lo mejor de muchas películas en las que sólo lleva un papel secundario, pero sus proyectos personales generalmente no le hacen justicia. Su trabajo es hilarantemente estúpido, pero sencillamente no ha encontrado material suficientemente bueno.
Deslizando a la gloria permite ver, sin embargo, que Ferrell empieza a caminar en la dirección correcta. Curiosamente, aunque esta vez no trabaja bajo la guía de Adam McKay, su eterno director y guionista, el actor gana enormidades de un proyecto que involucra a cinco escritores y dos directores que, a saber, son también los responsables de los comerciales de la aseguradora estadounidense Geico que rezan “Tan fácil que hasta un cavernícola puede hacerlo”.
A diferencia de Ricky Bobby: loco por la velocidad, su anterior película que se limitaba a algunos buenos momentos, Deslizando a la gloria es una sátira genuinamente graciosa, realizada tras bastidores del delicado mundo del patinaje de figuras, en el que la rudeza parece totalmente fuera de lugar.
Jon Heder interpreta a Jimmy MacElroy, un sensible y joven campeón del patinaje artístico, de una perfección casi robótica, pero en competencia constante con Chazz Michael Michaels (Ferrell), un macho, adicto al sexo, que cautiva a los espectadores (particularmente al público femenino) con rutinas llenas de sensualidad y que casi rayan en lo vulgar, aunque nadie parece darse cuenta de su evidente sobrepeso.
Después de protagonizar un episodio bochornoso durante una ceremonia de premiación tras una competencia en Estocolmo, ambos son despojados de sus medallas y expulsados de por vida de la actividad. Después de varios años en el anonimato, uno trabajando en una tienda de deportes, y el otro es un espectáculo de botargas sobre hielo, ambos encuentran un error en el reglamento que les permitiría competir nuevamente, y es que su suspensión les aplica pero sólo en lo individual. De modo que si pueden dejar a un lado sus diferencias, pueden incursionar juntos en el patinaje de parejas.
Llegados a este punto, y si bien existe algo de comedia sobrecargada de insinuaciones sexuales y violencia física, existen varios elementos que hacen de la cinta mejor de lo que parece. Los actores construyen personajes sumamente excéntricos, ejemplos de belleza y concordia, pero de una envidia casi asesina. Las rutinas de Heder y Ferrell combinan humor, espectacularidad y cierta solemnidad que se rompe atinadamente con los comentarios sexistas del segundo, así como con secuencias abiertamente desagradables e hilarantes, como aquella en la que Chazz aparece con una botarga de mago, en la mitad de un espectáculo infantil on ice, completamente ebrio, maldiciendo y vomitando dentro del traje.
Además de una breve aparición de Luke Wilson, que aparece como guía de un grupo de autoayuda para adictos al sexo, la cinta incluye un par de intervenciones de Nancy Kerrigan, quien en 1994, en la víspera del torneo clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Lillehammer, Noruega, quedó casi fuera luego de que el marido de su rival, Tonya Harding, ordenara un ataque en su contra. Poniendo a un lado esa supuesta belleza y concordia del deporte, la historia involucra además a los hermanos Van Waldenberg (Amy Poehler y Will Arnett), una perturabadora pareja altamente competitiva, capaz de todo para quedarse con las medallas de ganadores.
Para quienes disfrutaron de Zoolander (2001), comedia protagonizada por Ben Stiller y Owen Wilson que se reía abiertamente de las rivalidades entre modelos del mundo de la moda y las pasarelas, y su obsesión por la perfección física, Deslizando a la gloria se suma como una buena parodia de estos mundillos un tanto desconocidos de los que sólo se ve la superficie. Agréguenle que además es divertida. |
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