Juan Carlos Romero Puga | @jcromero

A pesar de sus similitudes con Juegos sádicos, en la que Michael Haneke plantea una situación límite de violencia, Los extraños, primera cinta del muy joven director Bryan Bertino, no se plantea hacer reflexión alguna sobre la fascinación que la sociedad mediatizada parece encontrar en la crueldad y el sadismo. Los extraños es un eficaz slasher, directo, sin justificaciones ni explicaciones ancladas en el pasado, que consigue inquietar a un público susceptible que ha aceptado la indefensión como un hecho cada vez más cercano.

Después de una fallida velada romántica en la que una pareja de novios (Liv Tyler y Scott Speedman) habría de comprometerse, ambos terminan en una cabaña fuera de la ciudad, contrariados y alejados. La cámara recorre lo que no fue: velas, champaña, cursis pétalos de rosa que van de la bañera a la cama. Ya muy entrada la madrugada, no parece haber nada, fuera de un tocadiscos, que rompa el silencio.

Este preludio sosegado, quizás hasta farragoso para ciertos gustos, sirve al director para introducir un cambio radical, que eriza, que angustia y que pone a correr adrenalina en el torrente sanguíneo. Fuertes golpes en la puerta en mitad de la noche, figuras con máscaras grotescas que se mueven en un segundo plano, acentos musicales que anuncian el inicio de la pesadilla, todo forma parte de un montaje efectista que se agota en cuanto la situación queda establecida.

Llegado ese punto, hay cierto predecible tedio de ver a los protagonistas huir, esconderse y ponerse fuera del alcance del trío de asesinos para la siguiente escena hacer lo mismo, aunque cada vez el recurso va acusando su desgaste. El alargue, piensa uno, no puede ir más allá del amanecer, porque hemos aprendido a fuerza de reiteración que los asesinos son como vampiros que mueren o son derrotados con la luz del sol.

En beneficio del autor hay que decir que las cosas no se desarrollan necesariamente como uno supone o espera, que al menos Bertino es congruente con su planteamiento inicial y conduce su historia sin preguntarle al público —como sí lo hace Haneke en su cinta— si desea que las cosas lleguen hasta las últimas consecuencias. Los extraños es una modesta aportación al género que merece ser revisada, aunque sin elementos definitivos para ser considerada más que una obra derivada.

Un comentario al margen. Si algo hay que agradecer y subrayar en una cinta de esta temática es que, por una vez, los usuales gritos histéricos son suplidos con trabajo actoral. Esto último, cortesía de Liv Tyler.