HIDALGO, LA HISTORIA JAMÁS CONTADA

DIRECCIÓN: Antonio Serrano
TÍTULO ORIGINAL: Hidalgo, la historia jamás contada (2009)
PAÍS: México
GUION: Leo Eduardo Mendoza, Antonio Serrano
FOTOGRAFÍA: Emiliano Villanueva
MÚSICA: Alejandro Giacomán
DURACIÓN: 90 minutos

 
       

Héctor Campio López | @campiolopez

Pretender desmitificar a las figuras históricas mediante revisiones biográficas y creaciones cinematográficas, teatrales o literarias, ya es un lugar común, pero algo que todavía pocos han podido lograr. En el caso de la película Hidalgo, la historia jamás contada, del director de cine y teatro Antonio Serrano, prevalece la idealización de Miguel Hidalgo y Costilla, el personaje central, a partir de sus pasiones y valores justicieros.

Este Hidalgo, interpretado por Demián Bichir no es precisamente un hombre piadoso, un embravecido libertador o un ser humano cualquiera, sino lo que se esperaría de un Padre de la Patria con los hábitos de Pedro Infante en las comedias rancheras: jugador, mujeriego, dicharachero, bailador y un poco canalla, generoso con los indefensos e implacable con los malvados.

El personaje, sin embargo, cae bien porque aparenta las contradicciones que vive un hombre con una vida atribulada. Vemos, por ejemplo, a nuestro Hidalgo con la cabeza rapada, llorando adolorido en una mazmorra a punto de ser fusilado y también retozando feliz envuelto entre sábanas y suspiros de Ana de la Reguera.

Es un error buscar en el cine clases de historia. Por eso se agradece que el argumento de la película toque apenas tangencialmente los referentes del movimiento independentista y sugiera con algunas escenas las condiciones de desigualdad social o el dominio del clero durante la época. En ese sentido, la película no es panfletaria.

Así las cosas, no espere ver la escena de El Grito de Dolores o la conspiración de Querétaro, sino al cura Hidalgo antes de que comenzara su gesta heroica y después de ser capturado por insurgente. Hay, eso sí, la gustosa intervención del director Antonio Serrano al introducir forzadamente la afición de Hidalgo por el teatro. No extraña que Serrano recuerde sus propias filias en la película, pero se distrae en ello muchos más minutos de lo necesario, mostrando parte de la representación de una obra de Molière.

Además de la interpretación de Demián Bichir, luce la del gran actor de teatro Gerardo Trejoluna como el Clérigo Rodríguez (todo héroe enfrenta un villano), quien le da verosimilitud a un hipócrita vigilante de la iglesia que hostiga al cura Hidalgo y que sufre cada vez que lo encara. También tiene mérito la simpatía que despierta Juan Ignacio Aranda, quien encarna a un rico minero que patrocina a Hidalgo en su aventura teatral.

El peso de las figuras históricas no es cualquier cosa. La tentación de idealizar al héroe atrapa a los biógrafos y autores la mayor parte de las veces, algunas de ellas para mal (Zapata, de Alfonso Arau). Hidalgo, la historia jamás contada, persiste en la entronización del héroe, quizá no es el de la historia oficial, pero sí se parece a los de las clases populares.

 
 
 
 
       

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